Parecería que porque ahora a Lula le va bien en las encuestas, toda la operación Lava Jato y la actuación de la justicia brasileña contra la corrupción resultarían ser poco menos que una farsa o un complot para impedir que el ex presidente  vuelva a serlo. Lula es investigado por varios casos y ya recibió una condena, en suspenso, por 12 años de prisión, ratificada y aumentada por un tribunal de alzada.

Las vapuleadas encuestas resucitan como el ave fénix. Siempre han tenido defensores y detractores circunstanciales según les vaya bien o mal con los porcentajes. En los últimos tiempos una serie de “fallos”  –Estados Unidos, Argentina, Chile– le han mellado la credibilidad y han obligado a los expertos a rever metodologías y contemplar una nueva realidad con un público que se ha hecho “inmune” , ya no tan candoroso y con algunos aprestos manipuladores. Estos yerros comprobados, sin embargo, no han incidido en la veleidad de las interpretaciones.

Respecto a Lula, lo que hoy dicen las encuestas pasó a ser la verdad revelada: ya se da por hecho que ganaría las elecciones y que el juez Sergio Moro es una especie de conspirador siniestro, artífice de un plan para que aquel no vuelva. Nadie ha reparado en que Lula se decidió y se apresuró a lanzar su candidatura al arreciar las investigaciones contra él. Ni tampoco se recuerda que la entonces presidente Dilma Rousseff intentó nombrarlo ministro, otorgándole “fueros”  para protegerlo de la justicia y evitar que fuera preso, maniobra que fracasó al conocerse una grabación en que ambos acordaban esa “salida”.

Cuesta pensar, por otro lado, que todo este trabajo del juez Moro –ayer funcionario honesto y corajudo, ahora rebajado a “polémico”– y la justicia brasileña que puso en descubierto tantas maniobras delictivas contra el Estado, que le han costado miles de millones de dólares a los brasileños y que han implicado la cárcel para gente tan poderosa, tuviera como fin meter preso a Lula. Para qué tanta vueltas, bastaba con lo del mensalao (la compra de congresistas en su primer gobierno) que costó la cárcel  a su más directo colaborador y amigo, José Dirceu, y sobre lo cual nadie creyó que Lula no supiera nada.

Puesto en descubierto el “atajo” institucional Dilma-Lula y tras la caída de  la “delfín”, a Lula no le quedó otra salida que la candidatura política, si es presidencial mejor, mecanismo al que han recurrido unos cuantos progre-populistas de la región, como es harto notorio.

Pero veamos qué dicen realmente las encuestas y sumemos nuestra interpretación, tan valiosa y veleidosa como cualquiera. Según Datafolha, a finales de enero 37% apoyaba a Lula. Lo seguía con 16% Jair Bolsonaro, candidato de extrema derecha, de quien se ha sabido que desde que se metió en política ha multiplicado su fortuna por tres. Hay un hecho, empero, que no puede pasar inadvertido: falta un candidato, el candidato oficial, digamos, del centro o de centro derecha o centro izquierda, según se opine. Se trata de una encuesta coja, por ahora. Esto es indiscutible. Al mismo tiempo, no deja de ser preocupante que sumados más de 50% de los brasileños se inclinen por un candidato amigo de Hugo Chávez, Néstor Kirchner y su esposa Cristina, Nicolás Maduro, Fidel Castro y su hermano Raúl, Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa, por una punta, y un ex coronel de la ultraderecha, que apoyó la dictadura militar, racista y machista, por la otra.

Hay, en tanto, otras encuestas que considerar. Una, también de Datafolha y más reciente incluso, indica que 51% de los brasileños cree que Lula debe ser impedido de participar en las próximas elecciones de octubre, mientras que 47% manifiesta que debe competir. Un porcentaje mayor, 53%, señala que el ex presidente debe ir preso y 44% piensa lo contrario. 56% dice que no será arrestado (como decía Lula cuando era obrero: Solo van presos los ladrones de gallinas). Asimismo, 50% considera que es justa la decisión del tribunal que ratificó la condena y aumentó la pena a 12 años (43% respondió que no). El porcentaje a favor de la decisión judicial crece y va de 54% a 60% entre los que se manifiestan informados y bien informados de todo el proceso.

Como se ve, según las encuestas no es cierto que los brasileños, ni siguiera una mitad de estos, están con Lula. Más bien lo contrario. La mayoría, más de la mitad, dice otra cosa.

De todas formas, no parece lo indicado manejarse y menos en estas cosas por encuestas. Mejor que actúe la justicia.


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