Sí, ya sabemos que Luis Almagro Lemes, actual secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), nació en Uruguay, en un entorno rural, el 1 junio de 1963. Pero su hoja de vida y proceder dice mucho más que eso. Así, por ejemplo, la información pública que existe sobre él registra muchos datos de interés, los cuales resumimos a continuación.

Desde joven estuvo vinculado a la política. Se cuenta que su padre le enseñó de niño a presentarse así: «Yo soy Luis Almagro Lemes, para servir a usted, al Partido Nacional y al Club Nacional de Fútbol». Ese grupo político de centroderecha fue fundado en 1836 y su lema es categórico: “Defensores de las leyes” y, por práctica, también de la descentralización. Con el tiempo, sin embargo, las circunstancias y su sensibilidad lo llevaron a abandonar dicho partido para incorporarse al Frente Amplio, una coalición política fundada en 1971 que está conformada por grupos de diferentes tendencias ideológicas (socialista, comunista y socialdemócrata).

Almagro se graduó de abogado en la Universidad de la República, en 1987. Decidió entonces prepararse como diplomático e inició el respectivo curso en la Academia Diplomática de la República Oriental del Uruguay. En 1988, sin haber terminado su especialización, pasó a formar parte de la comisión de su país para la Unesco. Poco después fue colocado al frente del Comité de Cooperación Internacional de la Junta Nacional de Prevención del Tráfico Ilícito y Uso Abusivo de Drogas; y entre 1991 y 1996 desempeñó diversas funciones en la Embajada uruguaya en Irán, donde llegó a fungir de primer secretario y encargado de negocios. De regreso a su país, ejerció diversas funciones en la Dirección General para Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Por el lapso de cinco años, entre 1998 y 2002, prestó servicios en la Embajada de Uruguay en Alemania. Luego, en 2005, ya de regreso al país, Almagro fue trasladado al Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, bajo la jefatura del nuevo ministro, José (Pepe) Mujica, uno de los principales aliados del presidente Tabaré Vázquez. Ahí se desempeñó como director de la Unidad de Asuntos Internacionales. Su actuación fue fundamental para el incremento de las exportaciones cárnicas a los mercados asiáticos.

Gracias a ese desempeño y al apoyo que tuvo de Mujica, Almagro fue nombrado embajador en China, en 2007. En esa importante función se mantuvo hasta que su mentor, al ser electo presidente en octubre de 2009, lo invitó a formar parte de su gobierno como ministro de Relaciones Exteriores. En la nueva posición realizó una destacada labor, lo que le permitió presentar su candidatura a senador por el Frente Amplio en las elecciones generales del 26 de octubre de 2014, resultando electo.

El 1 de marzo de 2015, Mujica entregó la banda presidencial a Tabaré y dos días después Almagro prestó juramento como senador de la República. Para ese momento, sin embargo, sus planes eran otros. Ciertamente, en junio de 2014, su postulación al cargo de secretario general de la OEA fue filtrada a los medios de comunicación. Pero en febrero de 2016 la misma fue presentada formalmente por el gobierno uruguayo.

Desde el primer momento los círculos diplomáticos y académicos reconocieron las enormes posibilidades que el canciller de Uruguay tenía de ser seleccionado por su disposición al diálogo y capacidad para generar consensos. No fue pues ninguna sorpresa que Almagro fuera electo secretario general de la OEA, el 18 de marzo de 2015, con el voto favorable de 33 miembros del organismo y la sola abstención de Guyana.

Pocos meses después de asumir el cargo, concretamente el 28 de julio de 2015, Almagro hizo una clara demostración de su condición de “defensor de las leyes”, recibiendo al líder opositor Henrique Capriles Radonski. En virtud de su acción, los revolucionarios rojos, aferrados más que nunca a su pasado hueco y decadente, pusieron el grito en el cielo. Elías Jaua dio un paso al frente y manifestó su rechazo por la reunión entre el secretario general de la OEA y el gobernador del estado Miranda, resaltando además que Almagro había asumido una posición “antivenezolana”.

El 26 de noviembre, Nicolás Maduro, fiel seguidor de Sathya Sai Baba y también aspirante al salón de los inmortales, entró en escena y tildó de “basura” a Luis Almagro por condenar el asesinato de Luis Manuel Díaz, activista de la oposición en Guárico. Sin pelos en la lengua, el alto funcionario de la OEA había señalado que el asesinato de Díaz «no es un episodio aislado, sino que se da conjuntamente con otros ataques realizados contra otros dirigentes políticos de la oposición en una estrategia que procura amedrentarla». Dos días más tarde, Almagro le hizo llegar una carta abierta a Maduro en la que, entre otras muchas cosas, le dijo: “Ser basura sería que no dolieran los muertos de Venezuela”.

A medida que profundizó su conocimiento sobre la realidad política del país, al nuevo amigo de los demócratas venezolanos le dio por llamar al pan, pan y al vino, vino. A finales del mes de mayo de 2016, anunció que convocaría al Consejo Permanente de la OEA para la activación de la carta democrática ante la situación de Venezuela. A raíz de su declaración, El Washington Post le dedicó el editorial de la edición del 3 de junio y lo tituló así: “Luis Almagro, una voz valiente en Venezuela”. Fue inevitable que un frío brusco recorriera la humanidad del alto gobierno en Miraflores.

El 26 de enero de este año, en su condición de hermano de sangre de todos los venezolanos, Almagro se subió nuevamente a la palestra y declaró: “Se le quitó a la gente el derecho al revocatorio, los presos políticos siguen encarcelados, la violencia es rampante, hay hambre. La comunidad internacional no puede esperar más y debe actuar ya”. Hasta en el Fuerte Tiuna se oyó el rechinar de dientes de los jefes revolucionarios.

Almagro volvió a hablar públicamente el 13 de abril y dijo: “Sufro los dolores de Venezuela, sufro con cada venezolano”; agregando luego que el régimen de Maduro “tiene las manos manchadas de sangre”.

En todos sus pronunciamientos, incluidos sus comunicados de prensa del pasado 4, 7 y 18 de abril, el alto funcionario de la OEA ha utilizado palabras y expresiones que a los militantes retrógrados de la izquierda latinoamericana y europea, y a sus adláteres criollos les resultan escandalosas. Y no les falta razón porque al oírlas o leerlas retumban por sí solas: referéndum revocatorio, libertad de expresión, país devastado, represión, violencia rampante, dictadura, opositores encarcelados, Estado de Derecho, elecciones, crisis humanitaria, libertades civiles y políticas, derechos humanos, autogolpe, legalidad constitucional interamericana, institucionalidad, manifestaciones pacíficas, autoritarismo, inhabilitación política, canal humanitario.

Por su meritoria actuación en favor de nuestra democracia, Luis Almagro Lemes tiene un sitio bien ganado en la historia de Venezuela. Es por eso que muy pronto, cuando la legalidad democrática sea restituida en nuestro país, él será el único venezolano que podrá entrar y salir de nuestro territorio sin tener que portar pasaporte o cédula de identidad en que se haga constar su condición de nacional de esta tierra que, con plena justificación, lo ha hecho su hijo dilecto.

 


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