Este año 2019, los venezolanos hemos estado sumergidos en una realidad extraña, dual, inédita y a veces confusa, pero al mismo tiempo atrapados por la velocidad de los acontecimientos, que nos han impedido realizar las reflexiones respectivas, para entender nuestra conciencia y apreciar la evidencia de los hechos y evitar así transitar el vacío de la ignorancia.

Por ende, debemos valorar la verdad verdadera de los hechos, porque en los últimos tiempos, los que ostentan el poder se han cobijado en la mentira, la censura, el acoso y la criminalización del pensamiento libre, como cobardes que se valen de su posición, con la única finalidad de conservar la supremacía, porque tienen miedo de asumir la responsabilidad del desastre que han provocado en el país.

En el pasado se ampararon en el silencio de muchos venezolanos, que tenían temor de levantar su voz ante las atrocidades que llevaron a la nación a la situación actual, pensando que habían convencido a la población por haberlos reducido al mutismo y a una calma inducida, imperando la piratería y el clientelismo, soportado por un Estado sin propósito ni sentido, en el cual lo que ha prevalecido en estos últimos 20 años ha sido la improvisación para decretar incertidumbres. Ahora ya no es así, la sociedad ha tomado la palabra para hacerse oír y fijar una posición firme y contundente ante el momento histórico que vivimos, teniendo como aval el apoyo de más de medio centenar de países en el mundo, donde la Asamblea Nacional lleva el estandarte de la constitucionalidad, para que cese la usurpación y conducir a Venezuela por el camino democrático para la realización de elecciones libres.

Por otro lado, como sociedad, debemos dejar atrás el culto a la personalidad, buscando salvadores improvisados y arribistas, alabando golpes de Estados fallidos encabezados por felones oportunistas, donde tomaron las armas de la patria para complacer la obsesión de poder de insensatos que no les importó causar muerte y dolor en 1992, porque lo que los empujaba no era un proyecto para cambiar la república sino colmar las ambiciones de dominar a toda Venezuela.

Ya ha llegado el momento de evitar ser distraídos por los payasos, el culpable es el dueño del circo y ese tiene nombre y apellido, que cada vez que lo mencionan, se oye en los cuatro puntos cardinales de esta tierra, una mentada de madre descomunal que hace temblar los cimientos del palacio presidencial.

Los venezolanos están cansados de este socialismo que quieren imponer a juro, que no es más que un compendio de oportunistas que disfrutan de las riquezas del Estado, teniendo como base las miserias del pueblo. De una vez por todas, debemos pensar, razonar y recapacitar para conocer y defender la verdad y, en consecuencia, combatir los errores que se le oponen. En todo momento estamos obligados a recordar que el comunismo es la filosofía del fracaso, donde el único fin es la distribución igualitaria de la pobreza, en que los singulares logros que pueden mostrar son las expropiaciones, el desempleo, la injusticia, la falta de recursos, la impunidad, el desabastecimiento, la inestabilidad, la inseguridad, la hiperinflación, la devaluación y por, sobre todo, el hambre que padecen nuestros connacionales.

Por ende, desde 1998, la sociedad ha vivido aletargada, en el cual llevaron a Venezuela a una cita imaginaria con la democracia, sumidos en un estado permanente de decepción, amparados por un toque de queda hamponil, que ha estado refrendada por un círculo político cómplice y hay que decirlo, apoyada por una comunidad acomodaticia, donde los hombres y mujeres inteligentes han vivido de la disimulación, gobernados por imbéciles que no se recataron de serlo, en un permanente ayuno de libertad y a una dieta estricta en apatía, adonde la realidad variaba dependiendo de los ojos que la veían, imponiendo un presente como el único estado posible de las cosas…y no es así.

Es cierto, que en los últimos años se han esmerado en llevarnos a la época de las cavernas, es decir, sin luz, sin agua, sin gas, sin transporte, con sistema de trueque y a un paso de vivir de la caza, la pesca y la recolección, construyendo castillos en el aire para abrigar la esperanza de habitarlos algún día, eliminando así la capacidad crítica y reflexiva de los ciudadanos. Pero ya todo está por cambiar.

La libertad y la democracia en los últimos meses se están abriendo camino, luchando para restablecer el Estado de Derecho, el imperio de la ley y la autonomía de los poderes públicos. Hay que superar ser engañados por la apariencia de la verdad, sobrepasar el temor, hacer valer nuestros derechos y al mismo tiempo asumir nuestras responsabilidades como ciudadanos. Hay que convertir la firmeza, la bondad y la fe, en los elementos que nos guiarán hacia la construcción de una mejor Venezuela, suprimiendo de una vez por todas el desprecio, el odio y la intolerancia, porque todos somos hijos de este gran país.

No será fácil, vienen tiempos muy difíciles, en el cual imperará la angustia, el desespero y la zozobra. Solo la entereza como venezolanos, nos ayudarán a enfrentar esa nueva realidad, producto de dos décadas de desidia, destrucción y mediocridad. Por eso, hay que luchar para pensar y descansar para meditar. Al mismo tiempo, avanzar para creer y detenernos para alcanzar la libertad, así y solo así podremos lograr el optimismo de la esperanza y rebasar esa vida desenfocada que hemos transitado estos últimos años, que ha coexistido a espaldas de la realidad y de frente hacia la conveniencia, por ende, solo rescatando el nivel de dignidad, alcanzaremos nuestra liberación para ser mejores, en paz y en democracia. 


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