La escalada de violencia del régimen de Maduro va a la par de la molestia e indignación de la gente. En esta nueva etapa que entró nuestro país hace poco más de mes y medio, todo pareciera ir contrarreloj tanto para Maduro como para los venezolanos.

Desde hace un mes, en Venezuela se inició una lucha entre dos oponentes radicalmente distintos pero con una sola intención: vencer; pareciera que cada uno hace una labor titánica para alcanzar la victoria, y a pesar del cansancio siguen luchando. A pesar del antagonismo de cada uno, luchan con todos los recursos que tienen para sobreponerse.

Por un lado, todo un pueblo que desde Semana Santa se dio la tarea de luchar por la libertad, de alcanzar los principios democráticos y recuperar la república mientras que Maduro y su régimen asumieron la labor de evitarlo. A todas luces para ambos, independientemente de lo desiguales que sean, la victoria en esta carrera pasa por una titánica tarea y esfuerzos inhumanos.

Titánica tarea porque el régimen tiene un aparato comunicacional implacable, las instituciones del Estado, las armas y la bota militar sosteniéndolo, fuerza suficiente para imponerse. Sin embargo, están aislados, con fracturas internas, sin dinero fresco ni apoyo popular y mucho menos internacional. Mientras, los venezolanos del cambio somos mayoría, tenemos la convicción y la voluntad de luchar por una nueva república a pesar de no tener las armas porque somos ciudadanos y los problemas civiles se arreglan pacíficamente.

Pero muy a nuestro pesar, hace falta más organización en todos los ámbitos, hace falta mejores medios de comunicación y nuevas estrategias que renueven las fuerzas en los ciudadanos. Muy a nuestro pesar, la convocatoria ha fluctuado, el cansancio ha calado entre muchos y el dolor de los caídos es un peso que se multiplica aún más, pensando que todo podría ser en vano.

Es por ello que es necesario seguir protestando y rebelándose. Es necesario entender que desde cualquier trinchera o  espacio, sirve para generar conciencia y protestar. En este nuevo ciclo que entró el país hace más de un mes, en esta lucha contra un régimen que lleva más de dos años, retomó sus fuerzas cuando aquellos quienes disolvieron el Parlamento no les bastó y emitieron dos sentencias que rompieron con el hilo constitucional.

Maduro representa un Estado forajido, pero eso no lo hace débil, aún cuenta con la fuerza institucional y militar, sin embargo, se enfrenta con un oponente igual o incluso más poderoso que lo que él representa, la fuerza de la ciudadanía venezolana, aquel bravo pueblo que en definitiva ha decidido ser libre y entendió que está lucha es por el mañana.

En estos últimos días, a pesar de estar viviendo un momento histórico, puede que sean días extraños. Puede que un estado sea víctima de focos de violencias y vandalismo, otros sean testigos de contundentes protestas mientras que otros estén en completa calma. Al otro día todo puede cambiar y la dinámica rote a otros estados. Sin embargo, lo que no puede pasar es que usted infiera que todo está “normal”.

¡No! Usted hoy pudo haber llegado a su trabajo o pudo haber hecho mercado con la mejor “tranquilidad” pero a la par de otros estados siguen matando gente por disentir, la noche sigue siendo el festín para el mal y la delincuencia y seguimos condenados a morir si nos enfermamos porque acabaron con los hospitales. A la par de esa “normalidad” que usted siente, estamos destinados a comer cada vez menos con la caída de las importaciones de productos, destinados a ganar menos por una economía distorsionada y regida por una página web. Sencillamente, mientras Maduro siga en el poder, está destinado a hundirse mucho más en la miseria.

Quiero finalizar recordando la última etiqueta que fue tendencia en Twitter el pasado miércoles 18 de mayo #UltimosDiasDeMaduro sonreí ante el hashtag por la ironía que guardaba. Esto iba más allá de una etiqueta realmente, es una realidad y solo depende de nosotros terminarla de concretar.


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