Los vinos blancos, son entre más jóvenes mejores; su frescura y alta acidez, le permiten expresar la complejidad aromática floral y frutal típica de sus cepas, así como un equilibrio entre sus componentes, que le proporciona una delicada astringencia y un suave y elegante cuerpo. El consumo de blancos es ideal en su primer año de vida, lo más cercano al mes de su cosecha, perdiéndose gradualmente sus bondades, proceso que se acelera durante su segundo año. En el trópico al obtener dos cosechas al año, podemos disfrutar de vinos blancos muy frescos, pudiendo tomarlos en el mismo año de su elaboración, algo privilegiado para nuestros consumidores. Una excepción son los vinos blancos de fermentación en barrica y de crianza en barrica, secos y dulces, como los Chablis, Sauternes, Jerez, Marsala y Oporto, entre otros.

Es falso que los conocedores de vino solo toman tinto, también disfrutan excelentes blancos y rosados. Si queremos saber del tema, no nos limitemos solo aun tipo de vino, o de un solo país, región y cepa; en la diversidad está el secreto de educar nuestros sentidos.

Antiguamente se afirmaba que los vinos blancos no eran tan buenos como los tintos; esto se debía a que era imposible controlar las temperaturas de fermentación, y los vinos fermentaban a temperaturas relativamente bajas, solo cuando el otoño entraba pronto, algo vital para los blancos. Como en la mayoría de las  zonas mediterráneas de países como España, Francia e Italia, el otoño no refresca tan rápido, muchos años la calidad del vino blanco se veía perjudicada. Actualmente con los modernos sistemas de control de temperatura, los vinos blancos han logrado preservar mejor sus bondades, gracias a dicha tecnología.

Muchos de los beneficios que tiene el consumo moderado de vino para la salud, provienen del efecto producido por los polifenoles contenidos en ellos; razón por la cual, se prefieren los tintos, por la falsa creencia que los blancos no los contienen. Los blancos poseen polifenoles como el ácido gálico, el protocatéquico, el caféico y el paracumárico, cuyo efecto antioxidante y cardioprotector es muy similar al efecto de polifenoles provenientes de la uva tinta.

Los vinos blancos deben consumirse fríos a temperaturas entre los 7 y 9 °C, como aperitivos o acompañantes de entradas, cremas, pescados, mariscos y frutos de mar, así como quesos frescos, arroces y pastas a base de salsas blancas.

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