Decía Pierre Mendés France, ex primer ministro de Francia: “Si hay un hecho que destaque con evidencia en los acontecimientos antiguos, así como en los hechos más recientes, es la gravedad de las consecuencias de las políticas basadas en la ignorancia de la ciencia económica o sobre sus errores”. Muy pertinente este pasaje del gran político francés viene a colación por el desgobierno de Maduro, quien funge de jefe de Estado dirigido a distancia desde la metrópoli del miniimperio cubano, que pretendidamente busca implantar el socialismo en Venezuela en medio de un desastre social al ignorar elementales leyes de funcionamiento de la ciencia económicapor lo cual se ha desembocado en hiperinflación que erosiona el nivel de vida de los venezolanos.

Desde siempre los países en los que la distribución monetaria no ha estado sometida a una estricta planificación y ejecución han conocido, a lo largo de su historia, períodos de alzas violentas de precios, máxime cuando con presuntas reformas monetarias que no crean en realidad una nueva unidad monetaria sino que solo elimina de las magnitudes económicas ceros que han surgido por la vorágine inflacionista, que persistirá y volverá añadir ceros al no acompañarse de una política económica integral y coherente que combata las causa últimas por las que la inflación azota la sociedad venezolana.

Es más, ¿puede este régimen dictatorial imaginar e instrumentar tal política económica? Evidentemente, no. Y si alguien se la presentara ¿podría ejecutarlo? Tampoco. En otras palabras, para atisbar una salida a los graves problemas económicos venezolanos es preciso un cambio de régimen, aunque en realidad, dada la conducta de nuestros compatriotas, no está garantizado, mucho menos si se recurre al Fondo Monetario Internacional, cuya dirección desde un escritorio en Washington de las economías griega y paquistaní ha sido desastrosa, como han sido los casos de otros países. Pero sí es posible y probable diseñar tal política económica global y coherente sin necesidad de esa agencia internacional.

La inflación es un fenómeno no deseable, puesto que altera la distribución del ingreso, de la riqueza, e introduce una gran incertidumbre en los agentes económicos. Así, las personas con ingresos fijos, jubilados, sobre todo, ven erosionarse su poder de adquisición lo cual constituye un hecho político-económico de gran crueldad con ese sector de bajos ingresos, y con todos los demás en los cuales incide la inflación de modo inmisericorde, causando intranquilidad social, como la que se observa diariamente en Venezuela.

Ante la inflación, la actitud de muchos gobiernos socialistas es ambigua, como la del desgobierno venezolano. Con frecuencia se la acepta tácitamente. Otras veces se la utiliza conscientemente. Permite una transferencia de bienes y servicios del sector privado al Estado, sin que este último tenga que imponer una tributación explícita. Es entonces un impuesto encubierto.

Si es de fácil provocar la inflación, es mucho más difícil detenerla. En efecto, si dura algunos años, el público se habitúa a ella, la incorpora a sus expectativas, a sus decisiones, pero este ajuste de la economía a la inflación asegura que esta continuará a una tasa siempre creciente. Para intentar modificar esta tendencia es necesario, por un lado, que el Estado renuncie a la facilidad monetaria, la cual no se concreta con las presuntas medidas monetarias que crea una nueva unidad de cuenta, “contable” como dice Maduro, tal vez sin saber lo que afirma, puesto que se ignoran otras funciones del dinero, y se esboce la política económica ya comentada, por el otro, que busque estabilizar la economía sin acentuar la reducción de la producción nacional.

Cuando los socialistas venezolanos tratan de encontrar motivos de la hiperinflación, realizan diagnósticos errados: suponen excesivas ganancias del sector privado, especulación, “guerra económica”, pero no mencionan las abismales desigualdades que han generado por omisión y acciones equivocadas; por eso, además, es dificultoso que con ese trasfondo el régimen pueda combatir los brutales incrementos de precios, más aún si se mantiene la arcaica retórica ideológica y la animadversión hacia la economía privada. Los anuncios no derrumban las causas de la inflación. Eliminar dígitos en las magnitudes económicas no es eliminar la hiperinflación, ni la creación de una nueva unidad de cuenta, “contable”; no hay ningún país moderno con dos monedas circulando; solo mentes confusas e ignorantes de principios económicos pueden instrumentar ese “injerto” económico que en nada mejora, eleva, el poder adquisitivo del bolívar.

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@psconderegardiz


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