En diversas ocasiones he tenido la oportunidad de discutir el tema de Venezuela en Italia y España, donde lógicamente hay interés por lo que se está desarrollando en este momento; algunos, porque les resulta fascinante un suceso como este en tiempos en los que se supone que comportamientos de este tipo estaban superados (parecían hechos históricos irrepetibles), y otros, porque tienen dolientes o algún tipo de sensibilidad en lo que concierne a los derechos humanos.

Tuve dos discusiones este año que me han llamado la atención, porque fueron con personas totalmente diferentes; la primera, en España y la segunda, en Italia. El primero, ingeniero; el segundo, abogado, –no se conocen– con una brecha generacional importante, pero tienen algo en común: ambos son personas de izquierda, de corazón socialista, que me han afirmado que en Venezuela no hay socialismo.

A pesar de tratarse de personajes heterogéneos, me impresionó la similitud de la discusión; ambos coinciden que en Venezuela hay en realidad “capitalismo de Estado”, se regresa a esa reiterada excusa del socialismo mal aplicado en Venezuela. Pero ¿qué tan cierta es esa apreciación, y por qué Europa, continente que supuestamente es muy desarrollado y experimentado en toda clase de sucesos políticos y sociales, tiene tanta inclinación a jugar el juego del socialismo?

¿Qué tal si analizamos si en Venezuela hay o no socialismo/comunismo? Para ello vale siempre recordar la génesis de esa ideología, el Manifiesto Comunista de Marx, el cual nos indica que “la primera etapa de primera revolución obrera es la constitución del proletariado en clase directora, la conquista del poder público por la democracia”. Así, cuando vemos los primeros años del chavismo tenemos precisamente la constituyente de Chávez, artilugio que utilizó el difunto dictador para convertir a su grupo de allegados en la clase directora del país y conquistar el Poder Público, mediante los “decretos de emergencia” tanto del Poder Legislativo como del Judicial. La primera cosa que hizo el chavismo fue cumplir con la primera etapa de la revolución marxista: controlar el Poder Público, con la salvedad que no era propiamente el proletariado, sino un grupito de golpistas acomplejados con antecedentes criminales los que pasaron a dirigir el país; por cierto, estos son los que se autodenominan “chavistas originarios”. Cabe agregar que si controlas todo el Poder Público ya no puedes tener democracia.

El Manifiesto propone lo que a criterio de sus autores deberían ser las medidas puestas en práctica, algunas de ellas:

  • Expropiación de la propiedad territorial
  • Impuesto fuertemente progresivo
  • Confiscación de la propiedad de los emigrados y rebeldes
  • Centralización del crédito en manos del Estado por medio de un banco nacional con capital del Estado y con el monopolio exclusivo
  • Centralización en manos del Estado de todos los medios de transporte
  • Combinación del trabajo agrícola y del trabajo industrial, medidas encaminadas a hacer desaparecer gradualmente la distinción entre la ciudad y el campo…

No es necesario examinar si algunas de esas medidas fueron puestas en práctica por Chávez o por algún país socialista/comunista. El detalle es que al poner esas medidas en práctica, estás dejando el destino de todo al criterio de esa nueva clase directora; por tanto, el sistema tributario (arma primordial de los gobiernos de izquierda modernos) se acomoda a las necesidades y utopías de un gasto público exacerbado que tiene por objeto lograr una igualdad material, en el que la amenaza a la propiedad privada sigue siendo una herramienta de control social, ya no con confiscaciones sino con tributos que, en sumatoria, crean un sistema confiscatorio de todos modos, regulaciones de alquileres u otras similares. En similar sentido, el chavismo se abocó a controlar capital y crédito (binomio Pdvsa-BCV), con significativas reformas fiscales y violación de los principios presupuestarios, creando un sistema que malversó el dinero de la gente que trabajaba para distribuirlo hacia ellos mismos y hacia la gente que no trabajaba.

Pero aquí surge otro mito y es que algunos sostienen que socialismo y comunismo no son lo mismo. Pues eso se examina en el Manifiesto; de hecho, se explica por qué se eligió el término “comunista” en vez de “socialista” y en esencia explica que el socialismo tiene diversas tendencias y líneas, algunas de ellas manejadas por clases opresoras, de allí que Marx hablara de socialismo feudal, socialismo burgués, pero también del socialismo verdadero, mientras que el comunismo era un movimiento esencialmente obrero, de allí la elección del término “comunista”. Indica el Manifiesto que “Los socialistas burgueses quieren las condiciones de vida de la sociedad moderna sin las luchas y los daños que de ella resultan fatalmente”, ya que para levantar el verdadero socialismo tienes que destruir el Estado originalmente concebido. Por tanto, si nos preguntamos si el socialismo y el comunismo son lo mismo, opino que la respuesta será: depende de qué entiendes por socialismo. Es obvio que el chavismo aplicó el socialismo puro, en ese caso la distinción con el comunismo no es más que teórica.

No hay duda de que la izquierda hace mucho más ruido y dedican mucho más tiempo a la propaganda, de hecho, han seleccionado países que son modelo de eficiencia en prestación de servicios públicos y los catalogan como socialistas, es el caso de Canadá y los países escandinavos; sin embargo, es totalmente falso puesto que esos países tienen libre mercado, respetan la propiedad privada y el Estado se dedica, esencialmente, a cumplir funciones estrictamente públicas.

El empleo del término “capitalismo de Estado”, para un caso como Venezuela y de otros sistemas socialistas fracasados, no es más que la estrategia de asociar siempre el término “capitalismo” con debacle social, pero en Venezuela no cabe ese término; en Venezuela lo que habría sería un “monopolio de Estado” que no es más que el resultado de la aplicación paulatina de la doctrina socialista. Si confiscas la propiedad, centralizas la producción y el crédito, y controlas la agricultura y la industria, no puede ocurrir otra cosa que la monopolización de todo, y cuando llega ese día el gasto público se transforma en algo insoportable. Los chavistas pensaban que podían sostenerlo gracias al subsidio petrolero –entiéndase Cadivi–, pero ocurrió lo que siempre ocurre en socialismo: el Estado se volvió algo gigantesco, controlando casi todo el capital y consecuentemente la libertad de los ciudadanos fue proporcionalmente pulverizada.

Cuando me dicen que en Venezuela no hay socialismo no me molesto; bueno, quizás un poco, pero en realidad me preocupo. Todo indica que estamos condenados a repetir ciclos autodestructivos.

@alejogallotti


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