Cuando por circunstancias imprevistas los seres humanos se enfrentan al reto de perdurar en los desiertos, aquellos que por suerte y determinación han sobrevivido cuentan sus experiencias y nos permiten tomar en consideración situaciones comunes a todos, así como las habilidades que les permitieron el éxito.

Lo primero que encontramos es la total ausencia de elementos incondicionales, solo están presentes poderosas fuerzas, como un sol que ilumina hasta cegarnos, hasta desleír todas las capacidades corpóreas; la aridez que transforma todo intento de vida en acción yerma y, por supuesto, la ausencia total de sombra donde arrimar al esquelético cuerpo que implora por algún remedio a su desesperación para restituir las tenues esperanzas de supervivencia.

Ese ser que busca atravesar esta ruta se enfrentará a una de las más perversas jugarretas, y es que la mente humana juega con los más débiles. Les ofrece falsas esperanzas mediante visiones que parecen reales desde la lejanía, pero que se desvanecen al acercarse y se convierten en seducciones peligrosas para el caminante que solo tiene fuerzas suficientes para ir hacia el camino correcto para su salvación: el oasis.

Venezuela se encuentra en un trance parecido al del caminante del desierto, en su ruta a la democracia. Se encuentra en un terreno donde abundan los desafíos; pero con tanto poder que solo otra fuerza poderosa podrá eclipsar la destemplanza. Afortunadamente, las fuerzas internacionales podrían ser capaces de lograrlo. Lo prolongado del trayecto y sus inclemencias han dejado muchos difuntos y mutilados en el camino. Esto no como ejercicio baladí, sino como testimonio para que precisamente reaccionara esa fuerza internacional.

Hoy sigue ese caminante patriótico buscando y sacando fuerzas de lo más profundo de su idealismo para continuar como el más empedernido sedentario hacia la salida del desierto asesino. Hoy Venezuela se enfrenta a un contrario que surge de adentro, es la tentación del espejismo o la elección del camino al oasis.

Muchos son los interesados en esbozar el seductor espejismo; se requiere, además de valor, mucha sagacidad y sabiduría para no emprender la ruta equivocada, pues una vez que se distinga el espejismo será tarde para dar el vuelvan caras y buscar el abandonado camino al oasis.

Llegar vivos es posible, los desiertos han sido vencidos. Seguramente, la Venezuela democrática y joven cuenta con las condiciones para tomar la ruta cierta y no dejarse engañar.


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