La mayoría de los venezolanos estamos como el náufrago que recuerda aquella canción de la banda de rock inglesa The Police que estaba solo en una isla y nadie lo escuchaba, pedía que lo rescataran antes de caer en desesperación. Mandó un mensaje en una botella, pasaron años y nadie lo recibía. Su sorpresa fue despertarse una mañana y encontrar millones de botellas en la orilla de la isla con similares mensajes, SOS, buscando una salvación. Eran ya muchos los desesperados en el planeta.

No es difícil para los hombres y mujeres de esta nación encontrarse solos y agobiados mientras se contempla la destrucción de un Estado. El 20-M es una fecha crucial para corroborar la trágica situación que se vive en el país. Pareciera que no hay salidas, el guion es implacable, todo es una ficción, aparecieron millones de votantes que nadie vio, los abusos electorales a flor de piel, la verdadera expresión fue la abstención y, sin embargo, en el país donde pasa todo lo que no debería pasar, una minoría con poder e intereses vitales quiere premiar a quienes son los responsables de la vergonzosa situación que vive Venezuela.

Quién, en su sano juicio, puede no entender que la mayoría del pueblo quiere un cambio. Todos saben que el modelo impuesto fracasó y que una nueva oferta de país es la que tiene que prevalecer como única fórmula para rescatar esta nación. En Venezuela han pasado muchas cosas en estos últimos años. La mayoría muy malas. Muy denigrantes para nuestra supervivencia. Al igual que el náufrago que lanzó su botella al mar, hay mucha desesperación. Es la económica por una parte, pero por la otra es ser testigos de excepción de dos décadas que han sido marcadas por un conflicto permanente, reiterativo y siempre girando sobre lo mismo, la mentira y la agresión. El país se ha ido deteriorando ante nuestros ojos. Son los escasos alimentos, la infraestructura deteriorada, la destrucción del poder adquisitivo, la corrupción, la despedida de los hijos, el abuso de poder y la violación del Estado de Derecho. Son demasiadas cosas malas para no seguir luchando por una salida a tan difícil naufragio.


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