Cualesquiera que hayan sido las condiciones exactas de la visita del enviado especial de Donald Trump a México la semana pasada, el motivo principal del intercambio entre Jared Kushner y López Obrador fue claramente la migración centroamericana. Filtraciones previas y posteriores al encuentro sugieren que Estados Unidos  se muestra cada vez más preocupado por el creciente número de hondureños, salvadoreños y ahora más que nada guatemaltecos que llegan a la frontera norte de México. Se siente también cada día más molesto por el insuficiente esfuerzo del gobierno mexicano por detenerlos.

Podría parecer un chiste de mal gusto que a pesar de todo el trabajo sucio que las autoridades mexicanas han llevado a cabo desde principios de diciembre, tanto en el sur como en el norte, que Washington se queje de que no basta. En el sur, se suspendió desde finales de enero el programa de entrega de visas humanitarias. En el norte no solo recibimos a los centroamericanos solicitantes de asilo mientras esperan su audiencia, violando las leyes norteamericanas y el derecho internacional de asilo (principio de non-refoulement), sino que participamos activamente en los esfuerzos de ambos gobiernos de impedir la entrada de los centroamericanos a Estados Unidos.

Según el periódico Reforma, hace unos días “en dos operativos y tras repeler varios ataques, elementos federales y del estado de Tamaulipas aseguraron en Reynosa a 107 migrantes centroamericanos cuando intentaban cruzar a Estados Unidos”.

Probablemente eran migrantes en la nueva modalidad de “migración exprés” divulgada por The Washington Post hace una semana, y dada a entender por el gobierno de López Obrador a través del Secretario de Seguridad Pública. Se trata de un nuevo esquema de los polleros que recogen a cientos de migrantes en la frontera sur (sobre todo en Ciudad Hidalgo) y los conducen a la frontera norte en tres días, sin altos en el camino, sin violaciones, asaltos, casas de seguridad, etc. Cuesta más el pasaje, pero es más seguro y más rápido. Al entrar a Estados Unidos por brechas o por el río, se entregan a las autoridades norteamericanas y solicitan asilo.

 La inmensa mayoría permanece en aquel país, a pesar del vergonzoso programa de Remain in Mexico aceptado por la Cancillería y la gobernación. Para darse una idea, parece que no más de 250 hondureños han sido “encargados” a México durante los últimos 2 meses, pero solo en febrero, CBP detuvo a 76 000 migrantes indocumentados que procuraron ingresar a Estados Unidos.

El gobierno de López Obrador no solo comete atropellos en la frontera norte de México. De nuevo, según Reforma, el sábado “un nuevo grupo de migrantes centroamericanos rezagados partió ayer desde Tapachula hacia el norte del país en espera de cruzar a Estados Unidos y solicitar asilo… La mayoría de los 1.200 migrantes estaban varados en la región intentando regularizar su situación ante el INM. Sin embargo, decidieron emprender el viaje debido al tardado proceso, y el rechazo de sus peticiones de libre tránsito por el país. “No arreglamos nada  en el INM y por eso tuvimos que salir. Atendían a la gente que pagaba primero, y a uno lo dejaban de último.”

El problema para Kushner y Trump es que todo este trabajo sucio de AMLO no es suficiente. Las detenciones en la frontera sur de Estados Unidos pueden rebasar en 2019 el pico histórico de 1,6 millones del año 2000. Es cierto que en aquel entonces la mayoría eran mexicanos, que apostaban a no ser detenidos, y que los centroamericanos se entregan sin mayor esfuerzo de huir; es más fácil aprehenderlos. Los acompañan menores de edad y su propósito es solicitar asilo. Por ello no son plenamente comparables las cifras.

Algunas proyecciones estiman que en 2019 el número de detenciones se acercará a los 2 millones. CBP carece de la capacidad logística para resguardar durante meses a familias enteras –que por ley no pueden ser separadas– ni tampoco puede deportarlas a sus países de origen sin una audiencia. Por otro lado, México, a pesar de las mejores intenciones de AMLO de quedar bien con Trump, no puede recibir a esa cantidad de gente.

De allí la molestia de Kushner y Trump, y la exigencia de intensificar los esfuerzos para sellar la frontera sur, como lo hizo Peña a solicitud de Obama en 2014. Pero Trump no es Obama, AMLO no es Peña (tiene una base real) y las cifras no son las mismas. Creo, sin saber nada, que a eso vino Kushner a México.


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