La escritura ha modelado el mundo y la cultura en que vivimos. Ha acrecentado el número de las crónicas, los poemas, las fabulaciones, y ha extendido como por milagro el espacio de su duración.

De muchas maneras la literatura oral sobrevive, pero es más vigorosa, más fácilmente perdurable y transmisible la que se escribe. La literatura oral es una literatura que no existe cabalmente mientras no haya sido puesta en manos del lector de forma escrita.

Llevar las obras literarias a los lectores es, en este momento y con el auge de los formatos electrónicos, una tarea más sencilla que la que suponía la realizada el siglo pasado, sin embargo, resolverlo y llevarlo a cabo sigue implicando continuar publicando y editando revistas, folletos, suplementos, libros; así como la distribución de este material; continuar despertando el interés del público; organizar bibliotecas bien surtidas de toda clase de literatura; sin olvidar la formación de nuevos y mejores lectores.

Y es que, en nuestro país, los lectores de libros son muy pocos; no existe mejor manera de promover la literatura que multiplicar a los lectores.

Quiero insistir en que la letra impresa es el espacio propio de nuestra literatura: lo habitual es que esta se escriba, se publique y se lea. Me parece útil tomar conciencia de que la literatura llega al público primordialmente en libros y revistas, en diarios y publicaciones digitales y otros formatos impresos.

Hablar de literatura nos obliga a tomar en cuenta no solo la escritura de libro, sino toda esa intrincada red de hechos que lo reproducen y lo hacen llegar al lector, y que incluyen la edición, la distribución, la promoción, la crítica, la venta, becas, premios, las relaciones con la prensa, la radio, el cine, la televisión. Si la literatura nos preocupa, bien podemos ocuparnos de la producción y el destino de los libros y demás medios que la contienen.

La promoción y difusión cultural es fundamental para el conocimiento de la idiosincrasia, de la historia y de la cosmogonía de los pueblos.  México es un enclave con rica tradición cultural, tanto antigua como contemporánea, que ha enriquecido el patrimonio de las artes a lo largo de la vida de la nación.

En este largo camino de la historia cultural del país, desde la época colonial hasta nuestros días, el papel del libro ha sido pilar fundamental en el desarrollo educativo y de difusión del conocimiento.  Más aún si se suma la producción industrial que arranca por ahí de los años veinte y donde se construye una cadena productiva que marca el progreso de la industria editorial mexicana.

Desde muchas perspectivas, el proceso evolutivo de la industria editorial va aparejado con el progreso cultural, pero también con el desempeño económico, político y social. Los hilos de la historia del país están atados a las páginas de libros y revistas que han dado cuenta del devenir nacional.

La cadena productiva del libro y la revista involucra a ramas tan diversas como las artes gráficas, la industria del papel, de la producción de químicos e insumos, etcétera; todos trabajando para que el lector tenga en sus manos un producto acorde con sus necesidades culturales, de conocimiento o diversión.


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