Juan Bimba fue la figura gráfica que durante el siglo XX simbolizó folclóricamente al pueblo venezolano pobre, analfabeta y palúdico. Caricaturistas que padecieron en carne propia las dictaduras de los generales Gómez y Pérez Jiménez lo modificaron desde muñequito lineal escueto y descalzo hasta propaganda política partidista con sombrerito de cogollo, en alpargatas y portando un bollito de pan bajo el brazo, evolución que el enorme poeta Andrés Eloy Blanco utilizó con frecuencia, testimonio recogido en la póstuma Juanbimbada de 1960. Representó sucesivamente a la Venezuela rural prepetrolera y sus comienzos en vías de urbanizarse sometida a continuos regímenes militares.

Será casualidad, pero Juan es el nombre propio de autores y personajes más repleto de contenido psíquico y sociológico primordiales en la historia doméstica y literaria nacional, dato que merece todo un estudio académico. Desde el pionero del polémico periodismo combatiente Juan Vicente González en el siglo XIX, pasando por su homónimo de apellido Gómez tirano por treinta años en el siglo XX, hasta llegar al actual, ingeniero demócrata Juan Guaidó, militante de Voluntad Popular, partido nuevo que contra toda resistencia interna y externa rescata los principios originales de Acción Democrática para la nación y ante el mundo. Una vocación libertaria inmediatista pero terca, repetida, constante del ser venezolano.

Hubo aquel Juan pata en el suelo que siguió al mantuano Simón Bolívar en su heroica gesta continental precisamente a pie o en el mejor de los casos montado sobre mulas, luego el desvalido posindependista, esclavo en el campo, la ciudad y su cerro, que generoso siempre compartió con vecinos y forasteros desde su rancho, un desabrido cafecito mañanero, refranes amigables, incluidos en sus peores momentos de rebelión ante el cruel autoritarismo de turno. Doble comportamiento que hasta hoy fue explotado en diversa escala por conductores políticos en un picaresco pero nefasto vaivén explicado al detalle en sus obras por competentes estudiosos de la materia, para destacar solo dos, Augusto Mijares y el contemporáneo Axel Capriles.

Con la difícil y promisoria presidencia constitucional de Juan Guaidó se cierra el reciente ciclo del populismo delictivo militarizado más degradante padecido a gran tamaño en este país y con proyección regional desde el centro motorizado por el sanguinario castrismo cubano. El sufrimiento global venezolano ha sido tan intenso que por el momento ha promovido una inicial reacción emocional esta vez bajo control porque ya se comprobó hasta qué grado de bestialidad puede llegar el resentimiento vengativo patológico personal y/o grupal etiquetado como socialismo del siglo XXI. Acaso esta vez la sensatez política de una joven generación sana, libre de polvo y paja, de manchas y odios, inicia un largo ciclo de concordia y productividad.

Y todos seamos activos en esta posible nueva limpia independencia que enfrenta un reto muy peligroso, pues ya se pretende convertirla en centro neurálgico de una visible neo-Guerra Fría.

Hay que replicar amén, pero con ojo pelao’…

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