A las dictaduras poco o nada les importa la legitimidad y la legalidad. Esos son conceptos importantes en una democracia, en la que el respeto estricto de la norma y de lo que piensa la población, acompañan cada decisión del gobierno. En las dictaduras eso no es precisamente lo que cuenta, estos regímenes se imponen a sus pueblos por la fuerza y el terror. En ellos la ley no se aplica a la camarilla que secuestra el poder sino al que se rebela. Una ley que se confunde muchas veces con la voluntad personal del caudillo al mando.

Hay muchas voces que consideran el próximo 10 de enero como el “punto de quiebre” en la crisis venezolana. Es la opinión, sobre todo, de gobiernos extranjeros. Para ellos la juramentación del dictador para un nuevo período de seis años equivaldría a la instauración de un “gobierno de facto”. Me parece positivo que la comunidad internacional quiera percibir esta fecha de esa manera, pero desde mi punto de vista es una calificación que llega un poco tarde, pues en Venezuela hace mucho que se ha instaurado un régimen de facto, que no solo tiene años imponiéndose con plomo, silencio y muerte, sino que nunca ha gozado de verdadera legitimidad, solo hay que recordar las sombras que rodearon la accidentada “elección” de 2013.

Si la comunidad internacional piensa dar un paso adelante llamando finalmente las cosas por su nombre, propicia sería también la oportunidad para que se emprendieran acciones comunes. La región debe demostrarle al mundo que no está dispuesta aceptar en pleno 2019 que una mafia se apodere de un país entero y mate a su pueblo de hambre sin que haya ninguna consecuencia. El tiempo de los comunicados ya pasó, la respuesta colectiva frente a un régimen que no solo es una amenaza para los venezolanos, sino para el mundo, no debe esperar. Ya hay gobiernos que han adelantado que el rompimiento de relaciones diplomáticas sería un primer paso; quienes sufren esperan que la presión se dirija, como ya lo han hecho otros países, a quienes reprimen, censuran y asesinan. Que se sientan tan presos y aislados como se sienten millones de venezolanos.

Si bien el 10 de enero no cambiará las cosas de la noche a la mañana, debe convertirse también a lo interno en una fecha simbólica para que se reunifiquen fuerzas, se redefinan objetivos y se adapten los mecanismos de lucha a esta nueva etapa. Siendo la Asamblea Nacional la única institución reconocida internacionalmente, su rol será fundamental para orientar a la gente. A estas alturas del partido, lo que más necesita recuperar nuestro Parlamento es su coherencia, nadie pide imposibles y si definimos esto como dictadura no podemos esperar que las decisiones aprobadas por los diputados se cumplan, pero estas decisiones deben trazar líneas claras a seguir y que, sin duda, el mundo evaluará con atención, solo es necesario coherencia y muy importante, lo que esperamos todos: firmeza.

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@Brianfincheltub


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