Entiendo lo que significa tener más de veinte organizaciones en su seno, de las cuales tres se disputan la conducción y el liderazgo para llegar al poder, entiendo que no debe ser fácil llegar al consenso en determinadas estrategias, pero lo que no entiendo es la poca claridad a la hora de enfrentar y comunicar ciertos temas y, en modo muy particular, en momentos como estos en que las aguas están agitadas y una campaña para desmembrar la unidad opositora por parte del régimen está en marcha. Una campaña cantada, con micrófono abierto, cargada de trapos rojos inquietantes, desatada por los voceros principales y repetidas con las voces infiltradas de un ejército de francos tiradores del teclado en las redes sociales, destinadas a elevar a categoría de rabia, la frustración que ha invadido la razón y el sentimiento de quienes creen que el régimen, por culpa de la dirigencia opositora, todavía respira y hace daño.

Creo estar en lo cierto al afirmar que si representantes de la MUD están en República Dominicana con una agenda de exigencias muy concretas no es por colaboracionismo, como esgrimen los enemigos de la unidad democrática, sino porque así lo ha determinado la comunidad internacional partiendo del principio universalmente aceptado según el cual intentar un diálogo es preferible a caerse a tiros. Sin embargo, en este punto específico, es importante acotar que siendo las exigencias de la MUD las mismas que aparecen en la carta de Parolín al gobierno, que nunca tuvo respuesta, no ha debido aceptar ni el escenario ni los negociadores ni que en la representación del régimen estuviera la presidente de la espuria constituyente, por ser la cabeza más visible de un fraude constitucional y porque su presencia allí significa que el reconocimiento de la espuria constituyente, lo cual es absolutamente inadmisible, se convertirá en la pieza que el régimen utilizará para burlarlo, cuando haya logrado ganar el tiempo suficiente para bajar las tensiones y provocar rabia y desencanto en las filas opositoras.

A esto quiero añadir que para iniciar el diálogo no tenía que suspender ni protestas ni reclamos, todo lo contrario, mantener reclamos y protestas es obligatorio para que la falta de voluntad política del gobierno, como es nuestro caso, ceda, impidiendo así que la convocatoria al diálogo se convierta en un paréntesis más, que solo le sirve al régimen para ganar tiempo y elaborar coartadas para burlarlo.

Ese es el sentimiento que impera en esa mayoría que ha poblado las calles siempre y cada vez que se le llama a la protesta, y que hoy exhibe rabia y frustración, acentuadas y notorias, gracias a un justificado desconcierto y esto, señores de la MUD, es una espada de Damocles más, que pende con extrema peligrosidad sobre sus cabezas, sobre todo con miras a las elecciones regionales.

A la luz de la experiencia padecida en este largo y tortuoso camino, podemos afirmar que el régimen no tiene, nunca tuvo, y creo que nunca tendrá, intenciones de dialogar y menos aún de negociar nada con la oposición, a menos que se vea atrapado y sin salida y con la soga al cuello. Si en esta oportunidad volvió a sacar la carta del diálogo fue para retrasar las sanciones de la comunidad europea y, de paso, con la mirada puesta en las elecciones regionales, hacer cada vez más movedizas las arenas de la oposición, en su obstinado intento de dividir a la MUD, hecho al cual contribuyen algunos grupos de la oposición que parecieran decididos a montar tienda aparte, lo cual haría muy feliz a un régimen debilitado precisamente, oh, incomprensible paradoja, por algunos logros de la MUD, entre los que sobresale el apoyo de la comunidad internacional, que fue justamente lo que llevó al régimen a dialogar.

Es de notar que los voceros principales del régimen en esta etapa han hecho de la mentira una forma de compulsión, del cinismo una carta de presentación, y del desprecio una manera de mostrar su propia naturaleza. Si alguien quiere saber, y de paso sentir, hasta dónde puede llegar la degradación del discurso político, solo tiene que hacer dos cosas, una, ver todos los pasos que está dando el régimen para llenar de guerra sucia y trapos rojos llenos de veneno todos los espacios, con el único propósito de partir en múltiples pedazos la unidad opositora, y acercar sus oídos a la ANC espuria, criminal y destructiva para sentir y escuchar la palabra del odio, del fanatismo, de la ignorancia, de la mala fe, de quienes manipulan a su antojo los hechos y llenan la historia de capítulos indeseables.

Lo que tienen que hacer los estrategas de la MUD, si es que quieren que la unidad democrática siga viva y operando en medio de tantas dificultades, es hacer de la claridad comunicacional una verdadera religión, desmentir sin tapujos todas las informaciones tendenciosas del régimen y sus representantes, obstaculizar el desarrollo de la estrategia oficialista destinada a crear desesperanza en la militancia opositora, fijar una fecha límite para la respuesta a sus demandas, fijar el cronograma electoral en detalle, decir tajantemente y de una vez por todas que no reconocerá la ANC, y explicar las razones sin omitir detalle y si, como posiblemente sucederá, el régimen no acepta, estaría una vez más mostrando ante la comunidad internacional su verdadera imagen y sus malas intenciones.

El momento indica que si la MUD quiere salir airosa del difícil trance en que se encuentra, atacada como está por todos los frentes, tiene que apelar a la coherencia y a la claridad en sus mensajes y conductas, y recordar que, habiendo tomado el camino electoral, sus acciones todas, incluyendo las que tienen que ver con el diálogo, deben estar orientadas a animar el voto y a enfrentar con hechos la ferocidad de la campaña que a favor del abstencionismo han emprendido, como si fueran los dos ligaditos, tanto el régimen como factores importantes de la oposición; y esto, señores estrategas de la MUD, solo se logra en la calle, con el discurso y el clamor del pueblo protestando en la calle. Es importante que la MUD sepa que el triunfalismo que exhibe Ramos Allup cada vez que habla de elecciones necesita de una evidencia y esa no es otra que el pueblo en la calle con sus consignas democráticas.


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