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Por Lidia Salazar Yndriago

Construir una pedagogía sensible requiere establecer una tríada entre los aspectos sociales, el entorno que envuelve a los seres humanos y la múltiple comunicación que hoy subyace a la escuela y la propia sociedad.

Se dice que la escuela ha perdido su rumbo. Se menciona que la educación se ha convertido en desorientadora del ser humano en su fundamentación moral y ética. Entonces, ¿cómo puede desarrollarse la sensibilidad humana, si los espacios que deberían promoverla están contaminados por su entorno en el medio de una vorágine comunicativa que tiene sus aposentos sin control morfológico, semántico, sintáctico y de lazos afectivos en los medios de comunicación, incluyendo los de nueva data, tales como Internet, Twitter, Facebook y otras redes de la “información”?

En efecto, mientras existen escuelas y liceos, por citar el contexto venezolano, enquistados en viejas estructuras curriculares, con contenidos desarticulados, diseños de aprendizaje que ignoran la virtualidad en una concepción transdisciplinaria, escasa orientación sexual en términos de responsabilidad humana, todo ello configurado en una sociedad cada vez más descompuesta en valores esenciales como solidaridad, respeto mutuo, tolerancia, afecto, amor o comprensión, la sensibilidad pedagógica queda relegada al campo de una simple referencia. Ante ello, ¿cuáles sentimientos se promueven desde la escuela? ¿Existen espacios auténticos para compartir expresiones sinceras de pedagogía sensible dentro y fuera de estos centros de estudio, es decir, en el resto de la sociedad?

Hablar de sociabilidad no es lo mismo que hablar de socialización. Por lo general, ambos conceptos son confundidos en el arte de la pedagogía sensible. Se ignora que el primero es la iniciativa que tiene el niño, el adolescente, el joven, el adulto para ir de manera espontánea al encuentro de su propia geografía humana, y desde esa sociabilidad es posible el hallazgo de la socialización, es decir, internalizar, aprehender, conjugar en la praxis los principios y valores que la pedagogía sensible en sus distintas concepciones de sentimientos mutuos puede materializar para alcanzar de manera colectiva los espacios del ser, conocer, hacer y convivir.

Es a partir de tales elementos que la educación curricular presenta grietas profundas en su epistemología, cuando pretende desde una “visión” conceptual, dirigir las manifestaciones conductuales de los educandos, ignorando que dentro del niño(a) yacen esencias, pétalos, dulzura, esperanza, sonrisas, abrazos, pero también lágrimas, miedos y preguntas sobre su entorno, que en muchos casos no reciben respuestas sino reprimendas o ejemplos negativos, originando con ello, desviaciones humanas sobre el bien o el mal, lo cual se traduce en una desocialización. Por ello, la pedagogía sensible tiene en la sociabilidad un sentido de sincronía y diacronía en el desarrollo social, cognitivo y afectivo de los educandos.

Otro punto que afecta o desvirtúa la sensibilidad humana en un contexto pedagógico está vinculado al cómo se ejecutan de manera simultánea tanto la sociabilidad como la socialización. Los niños que se encuentran en espacios muy distantes de las grandes ciudades, perciben una geografía humana más asociada con las culturas, tradiciones, labores agrícolas o artesanales de los pueblos, incluyendo sus estilos de habla, mientras que los niños citadinos, en muchos casos, conocedores de la última tecnología, ignoran aspectos esenciales de la naturaleza. ¿Qué ocurre? ¿Tendrán ambos grupos de niños similares valores o principios? ¿Cómo se desarrollan en conjunto la sociabilidad y la socialización? ¿Tendrá el pequeño de la ciudad mayor compromiso con el ambiente que un niño que, por ejemplo, necesita de un río para que su familia acceda a las necesidades básicas o viceversa?

En consecuencia, el aspecto de la geografía humana resulta vital como parte de la construcción de la pedagogía sensible en un contexto transdisciplinario del conocimiento. Del mismo modo, la realidad o la sociedad de la información que se manifiesta en cualquier rincón del planeta es parte esencial de la formación que hoy reciben los educandos. En este caso, ¿será necesario apoyarse en esas redes tecnológicas para generar desde la escuela parte de la pedagogía sensible, sea cual fuere la ubicación de la geografía humana? ¿Cómo lograrlo?

Aquí es posible asimilar las diversas geografías humanas que anteceden a los educandos o se insertan en su socialización. Es decir, para generar una pedagogía sensible e ir hacia la construcción de un nuevo ser, es obvio, que no solo podemos orientarnos por la fundamentación epistemológica, sino que debemos recorrer la condición geosocial de nuestros estudiantes a fin de lograr conductas basadas en principios, valores y normas de bienestar colectivo sustentadas en el amor, la afectividad y los valores ciudadanos.

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