El gobierno de Estados Unidos está muy molesto con Juan Guaidó. Las inconsistencias de las últimas semanas han hecho que el gobierno de Donald Trump reclame fuertemente a los dirigentes de Voluntad Popular, que lideran el proceso de transición, y los llame a ponerse serios.

Guaidó no concretó su oferta y eso hizo que saltaran las alarmas: ni militares de alto rango se han pronunciado en contra de Maduro, salvo Hugo Carvajal, ni la ayuda humanitaria cruzó la frontera, solo alguno que otro camión que se desconoce adónde fue a parar exactamente. El presidente encargado había asegurado que contaba con el apoyo de la cúpula militar y esa era una importante carta que se jugaría en la frontera. En vez de eso menos de un millar de efectivos, la mayoría de escasa significación, han huido a Colombia y Brasil, sin hacer mella al gobierno que se mantiene precisamente por el apoyo castrense.

El gobierno de Trump se preguntó asimismo por la avalancha de voluntarios que se reuniría en Cúcuta para hacer presión. Nada. Solo unos pocos se acercaron al Puente Francisco de Paula Santander, donde al final se quemarían tres camiones cargados con ayuda humanitaria. ¿Qué pasó con los responsables de que esa misión llegase a feliz término? No tengo respuesta, y tampoco tengo certeza de cómo se utilizaron los recursos que se destinaron para traslados y logística.

Ante estos incumplimientos el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, mostró su rostro menos amable al presidente encargado, como publicó el portal argentino La Política Online: «Guaidó había prometido al gobierno de Estados Unidos que si la mayoría de los líderes del mundo lo reconocían como la máxima autoridad de Venezuela, al menos la mitad de los oficiales iba a desertar. No ocurrió».

El caso es que el trabajo que debía realizarse con los mandos altos y medios no ha dado el resultado esperado, a pesar de que se sigue divulgando la especie de que 80% del estamento militar está descontento con Maduro.

Otro aspecto al que le ha metido el ojo el gobierno de Estados Unidos es a las relaciones de ciertos líderes nombrados en puestos clave. Hay cosas muy extrañas en el entorno de algunos de los funcionarios recién nombrados, aseguran. Tampoco les tranquiliza el hecho de que el proceso tenga prácticamente un solo color: «Se suponía que todos harían juntos la transición».

Todo esto obligó a Guaidó a inventarse un viaje para entrevistarse directamente con los presidentes de Latinoamérica y pedir apoyo para definir una estrategia conjunta que permita recomponer las fuerzas opositoras. Detrás del telón, Iván Duque, el presidente de Colombia, desempeña un papel fundamental en todo esto.

También se rumorea de un acercamiento a los otros partidos de la oposición, olvidados en esta etapa. Excepto Primero Justicia, que tiene a Julio Borges como representante en el Grupo de Lima donde se mueve a sus anchas, los demás han sido apartados diplomáticamente, pero reclaman su espacio, sobre todo porque los errores cometidos son básicamente muestra de la inexperiencia de la tolda naranja.

«Si Guaidó no regresa o si lo hace y no se pone los pantalones no sabemos si las próximas hallacas serán sin Maduro», señalan fuentes cercanas al gobierno estadounidense. Confiman que el ingreso de la ayuda humanitaria a Venezuela es una papa caliente que hay que resolver a la brevedad y que muy posiblemente obligue a que no se hable más de invasión, al menos por un tiempo.

Trump no quiere que Maduro siga en el poder, eso es seguro, lo que ahora no parece estar tan claro es que vaya a jugarse el todo por el todo con Guaidó después de los equívocos recientes.


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