Los venezolanos que se han visto obligados a abandonar su territorio, por razones políticas o económicas, son en realidad desplazados. Cifras oficiales de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y de la Organización Internacional para las Migraciones indican que 2,3 millones de venezolanos viven hoy dispersos fuera de Venezuela. Otros cálculos ubican la cifra entre 4 y 5 millones de desplazados. En lo que sí hay acuerdo es que las consecuencias de la crisis política en Venezuela han salido ya de sus fronteras y no se pueden ignorar.

Aunque el éxodo de venezolanos que huyen del hambre y de la represión política parece la consecuencia inadvertida de un mal gobierno, en realidad se trata de una política sistemática y orquestada por el Estado desde tiempos de Chávez. Desde que el chavismo tomó el poder en 1999, se han venido aplicando políticas segregacionistas inspiradas en el odio social para castigar a la clase media y obligarla a abandonar el país por el acoso y por la falta de seguridad y de oportunidades para una vida digna y decente.

Con el deterioro de la situación económica vino el quiebre de la base política y social del régimen. El colapso de la economía, la falta de dólares y una moneda ultradevaluada hicieron imposible seguir alimentando el parasitario clientelismo chavista, y las masas engañadas y desesperanzadas abandonaron la llamada “revolución”.

En este momento, cuando la política de segregación social y económica del régimen muta a una de segregación de tipo político, el país ha sido literalmente dividido entre chavistas y opositores. El diseño de los CLAP y el carnet de la patria buscan empadronar a la base civil y militar del régimen, saber con quiénes cuentan y alimentar a esta clientela quirúrgicamente segmentada. Cualquier venezolano que no esté registrado en la data oficial del régimen no podrá acceder a comida, medicinas o gasolina regalada, solo reservadas para los seguidores del gobierno.

Consecuentes con esta política que últimamente intenta sacar de Venezuela a todo aquel que no sea seguidor del régimen, operadores chavistas como Diosdado Cabello e Iris Varela, entre otros, han dicho públicamente que quienes no apoyen al gobierno deben irse del país. Maduro, en la misma línea, llamó a los militares a dejar de compartir con sus familiares opositores.

No es exacto decir que la gente diariamente abandona Venezuela en forma masiva solo por la crisis económica. Esto está ocurriendo como resultado de una política aplicada desde el Estado chavista para gobernar un país sometido por la fuerza y en caos, sin la resistencia que podrían ofrecerle 5 o 7 millones de venezolanos.

Los millones de venezolanos desplazados de su territorio no solo han alterado la correlación de fuerzas en la lucha política interna en Venezuela, sino que también agregan una presión demográfica en varios países, sobre todo los vecinos, que ahora comienzan a sentir el conflicto venezolano como uno propio.

Los programas de ayuda a los desplazados venezolanos han ocupado la energía de muchos países preocupados por atender la situación inmediata. Los espesos lapsos de la diplomacia pueden convertir esta ayuda temporal en permanente, hasta un punto en que, con el tiempo, todos nos acostumbremos a algo que es absolutamente anormal. Mientras tanto cientos de miles siguen abandonando masivamente el territorio venezolano y el chavismo continúa linchando a la población civil.


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