Siempre me causó mucha gracia la anécdota según la cual, cuando Zagallo era el director técnico de la selección brasileña de fútbol y en la víspera de un partido amistoso contra la selección rusa, analizaba la estrategia a seguir: “Kaká la pasa a Roberto Carlos, Roberto Carlos a Ronaldo, Ronaldo a Ronaldinho y gol”; pero en eso, uno de ellos ripostó: “Muy buena estrategia, pero… los rusos también juegan”. Y así quedó la frase como emblema para recordarnos que ninguna estrategia funciona si no considera las posibilidades de los adversarios.

Viene a cuento la anécdota de Zagallo cuando veo la propuesta, una vez más, de la salida inmediata, inminente, de Nicolás Maduro el 10 de enero, cuando le corresponda tomar posesión de su ilegal e inconstitucional cargo obtenido en elecciones cuestionadas por todo el mundo en Venezuela y en el exterior. Ciertamente, todo el país democrático cuestionó la elección de Maduro, pues hasta Henri Falcón, único factor opositor que participó, terminó impugnando el resultado al calificarlo de fraude electoral.

Todo eso es cierto, pero debemos recordar que el entramado “legal” del chavo-madurismo ha sostenido todo lo contrario, corriendo todos sus riesgos y a todo evento, sin hacerle caso a la más elemental lógica o sentido común. Su forma de razonar está en las antípodas del sector mayoritario de Venezuela y eso no solo no les importa, sino que lo impulsan a conciencia de sus consecuencias porque los beneficia para atornillarse en el poder, que es su único propósito y razón de ser, sin tomar en cuenta el hundimiento de Venezuela.

En efecto, la abstención electoral permanente, “la salida”, “las guarimbas”, el “Maduro vete ya”, el inmediatismo y voluntarismo opositor, en síntesis, todo radicalismo infructuoso ha sido estimulado, de manera permanente por el régimen y aún, a estas alturas, parece que en la oposición no solo no hay interés en rectificar esa política, que solo abona a favor del gobierno, sino que reincide en la misma como los antiguos Borbones: que “ni olvidaban ni aprendían”.

La última “boutade” de ciertos opositores es proponer que la Asamblea Nacional, último reducto institucional de la democracia, designe un nuevo gobierno provisional a partir del 10 de enero, fecha que quieren convertir en parteaguas de la vida política del país. No hay dudas de que todos los demócratas queremos salir de este régimen, en lo que diferimos es en cómo hacerlo. Lo que nos indica la lógica y el sentido común es que deberíamos unirnos al clamor casi unánime de los países amigos y exigir elecciones libres y democráticas, supervisadas por esa comunidad internacional que las pide a gritos.

Ahora, impulsar a la AN a designar un nuevo gobierno podría ser una muy buena idea si “los rusos no jugaran”, pero hay que saber lo que harían los “rusos” en el mismo acto de juramentación de esos héroes: los conducirían, cortésmente, hasta las ergástulas del régimen bajo la acusación de “traidores a la patria” y quién sabe cuántos tipos penales, adicionales, se les ocurrirán para sancionarlos. ¿Será que no recordamos el “favor” que les hicimos a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia que designó la AN? Bueno, parece que no se recuerda habida cuenta de la propuesta del radicalismo, ahora, de instalar un nuevo gobierno.

En aras de lograr la unidad opositora, para no aparecer “aguando la fiesta”, yo estaría de acuerdo con la nueva propuesta que hacen algunos de constituir ese nuevo gobierno, siempre y cuando los proponentes se autopostulen para tan eminentes cargos. Yo no aspiro. Se oyen postulaciones.

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