Por las redes está circulando actualmente un juego tan perverso como el recordado  Ballena azul,  el cual utiliza similares métodos para dañar a los jóvenes incautos que se atreven a practicarlo. Según he sabido, consiste en ir rascando el dorso de la mano de tu compañero de juego mientras este debe pronunciar palabras en el orden de las letras del abecedario. Por supuesto, cuanto más tarda el jugador en decir el vocablo correspondiente a la letra respectiva más daño le infringe su compañero; esto hasta llegar a crearle verdaderas llagas. No sé por qué pero este macabro asunto me trae a la memoria lo que han terminado haciendo los gobernantes cubanos con nuestro pueblo, el cual, guiado por el funesto  Chávez, se entregó  en cuerpo y alma a los isleños.

La penetración de los cuerpos de seguridad cubanos se llevó a cabo lentamente. Primero llegaron los supuestos médicos, luego imaginarios asesores en identificación, notarías y registros, más tarde arribaron hipotéticas empresas de alimentación  y  de servicios públicos, hasta que finalmente comenzaron a llegar oficiales para a dirigir las mismas fuerzas armadas, donde hoy no se mueve una rama sin que lo sepan los invasores. Se podría decir que en este momento no hay un aspecto de la vida nacional venezolana que no esté dominada por los agentes cubanos,  incluso la práctica de la santería ha ido desplazando poco a poco los ritos de un pueblo que hasta hace muy poco se consideraba tradicionalmente católico. Los mismos edificios que están dentro de Fuerte Tiuna están habitados por cubanos que prestan sus servicios en casi todas las dependencias públicas venezolanas,  por lo que no sería exagerado decir que actualmente todos nosotros sufrimos algún tipo de secuestro y  que hasta el mismo presidente Maduro es un reo de los agentes cubanos.

Todo ello les ha permitido a estos “señores” jugar su particular abecedario del diablo e ir  desbaratando  –al mismo tiempo que seguramente los promueven– uno a uno los planes  que lleva a cabo la oposición venezolana para sacudirse ese monstruo que se ha clavado con fuerza en nuestra yugular. De otro modo no se explica la traición de estos días, por ejemplo, del inefable Padrino López. Fácilmente los invasores han controlado cada uno de los planes que una dividida oposición ha llevado a la práctica. Los cuales, tal como en el mencionado juego, han terminado infringiéndonos más daño que los anteriores (cada vez tenemos más muertos, más perseguidos, más torturados  y más presos). Los cubanos han pervertido todo de tal manera que al final, y para rematar, somos nosotros mismos los que paradójicamente terminamos  echándonos las culpas unos a otros por los fracasos. Resultado realmente diabólico, como sólo saben lograrlo los que han cultivado por tantos años el arte de la contrainteligencia en la Cuba de los Castro.  

Es verdad que nuestra oposición durante muchos años equivocó la interpretación que hacía del chavismo y hasta perdió un tiempo precioso  –como quizás lo hizo el mismo gobierno estadounidense– al no considerar explícitamente al régimen implantado en el país como una dictadura comunista, pero también es verdad que, gracias a los invasores, en el país se ha instalado una tendencia a la derrota y una apuesta por el fracaso que ha llegado a hacerse patológica. Nunca hubo entre nosotros una real colaboración social como la que ayuda a obtener ciertas metas a los colectivos humanos y que llaman en Sociología capital social, pero lo que sucede en estos momentos en el país no tiene parangón. El mismo presentador de televisión y escritor Jaime Bayly lo ha hecho notar vehementemente en casi todos los programas que emite desde Miami.

Casualmente en estos días terminé de releer El general en su laberinto, e Independientemente de la maestría que utiliza el Gabo para describir los últimos días de Bolívar, me he fijado una vez más en las palabras que le transmite a Urdaneta dos meses antes de morir, cuando ese general se hace con el gobierno de Santa Fe y le pide al Libertador que vuelva a comandar los destinos de Colombia. Allí Bolívar se atreve a pronosticar que irremediablemente los latinoamericanos se comportarán en el futuro como verdaderos antropófagos que se devorarán unos a otros con frenesí. Casualidad o no, esto es lo que transmitimos todos los días.

En fin, estamos cada vez más en manos de los cubanos, y nosotros, impulsados por nuestros secuestradores, seguimos jugando, como si de un abecedario del diablo se tratara, a hacernos daño unos a otros, y a veces sin percatarnos de ello. Para colmo, en este preciso momento en que estamos entretenidos jugando apasionadamente nuestro propio juego maligno, somos perseguidos con saña por los invasores y sus degradados cómplices. Mala cosa.


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