Hay tres movimientos clave que hizo Hugo Chávez para perpetuarse en el poder sin tener que rendirle cuentas a nadie. El primero fue en 1999, con la aprobación fraudulenta de la Constitución, que desarticuló completamente la estructura del Estado para crear una nueva a la medida del tirano, sin frenos ni contrapesos y sin controles. Así todo el poder político y financiero del Estado quedaba en sus manos, en un país donde los poderes públicos solo serían sus subalternos. Estos cambios le permitieron controlar el Poder Electoral para fabricarse resultados a su medida y legitimar su tiranía, mientras la oposición mansa e ingenuamente seguía participando.

El otro movimiento, basado en esa nueva constitucionalidad chavista, consistió en darle participación política y partidista a la FANB. La Fuerza Armada, que hasta ese momento era leal a la República, ahora pasaría a ser el aparato armado del PSUV. Esta nueva política se profundizó al asignar oficiales de la FANB en posiciones burocráticas que le permiten robar y lucrarse, lo cual aseguraría no tanto su lealtad sino más bien la complicidad con la mafia que los designa. El objetivo de esta política sería inhibir a estos oficiales de mediana y alta jerarquía de participar en levantamientos contra el régimen del cual se estaban beneficiando.

Hubo otras jugadas que buscaban esencialmente lo mismo, pero que han perdido su efectividad con el tiempo, producto de la misma crisis material que afecta a todos los venezolanos. Estos serían la creación de la llamada milicia bolivariana, que consiste en armar militarmente a los seguidores del chavismo, y la organización de grupos paramilitares llamados colectivos. En varias ocasiones estas estructuras han probado ser efectivas para amedrentar a la población civil, pero totalmente incompetentes para defender el desmoronamiento del Estado chavista.

La tercera movida de Chávez fue la entrega de la FANB al control del Estado cubano. Lo que comenzó como un programa de cooperación y asistencia, ha terminado en una situación de servilismo y sumisión total de la organización militar al gobierno de Cuba. Este sería una especie de seguro contra eventuales rebeliones en el seno de una Fuerza Armada que, aunque de diseño chavista, en cualquier momento también podría salirse del libreto siguiendo su propia lógica militar.

Hoy no solo hay oficiales cubanos de alta graduación ejerciendo en posiciones operativas y de inteligencia en el seno de la FANB. Al mismo tiempo, el régimen ha tenido que afrontar la masiva deserción de soldados con la importación de tropa profesional desde Cuba para suplir las deficiencias de una fuerza armada diezmada y depauperada.

Se puede constatar en todos los niveles de las FANB un rápido y progresivo reemplazo con efectivos traídos directamente desde Cuba, de los militares que abandonan o que son hechos presos. Ciertamente, quienes aparecieron en la foto protegiendo a Nicolás Maduro el día del atentado eran militares cubanos, no la Guardia de Honor de la Casa Militar.

Los cubanos en la FANB son la última línea real de defensa que le queda al narcorégimen, el cual ha perdido el apoyo de sus propios militares, hoy sometidos por un ejército invasor. Sin duda, esta es una situación que hay que considerar a la hora de calibrar las posibilidades reales de una fractura militar interna, o si es necesaria la intervención militar internacional para ayudar a materializarla.


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