“No hay profesionales indignos; indignidad puede haber en quienes las ejercen, y eso es una condición humana y no de los oficios”.

Luis Caballero Mejías Paz.

Los últimos años han sido particularmente de exacerbación de la violencia del gobierno venezolano contra sus ciudadanos. No ha habido posibilidad alguna de rectificación y cambios de actitud en el trato a la población; al contrario, se ha incrementado exponencialmente la violencia física y psicológica.

Se han repelido las legítimas protestas no con equipos y materiales antidisturbios como los usados en países civilizados, sino con armas de guerra contra personas cuyas únicos métodos de defensa han sido los gritos de desesperación, escudos de cartón escritos con clamores y, en casos muy excepcionales, algunas piedras que ni siquiera alcanzan a los esbirros del gobierno, pero al menos sí para descargar la rabia y frustración que sigue presurizándose en el corazón de nuestro pueblo.

Muchas fueron las víctimas civiles a las que misteriosamente se les arrebató la vida con disparos certeros a la cabeza. Casualmente, todo ocurriendo en una época en la que entre alardes del gobierno, en extensas transmisiones de televisión nacional, se daban demostraciones intimidatorias de ejercicios militares; haciendo especial énfasis en las prácticas y entrenamientos de francotiradores mientras hablaban de paz. Los sucesos han sido realmente bochornosos para cualquier cultura civilizada. Qué vergüenza ver la arrogancia y maromas de oficiales haciéndose parte de ese show, sin más pretensiones que la adulancia al jefe del actual régimen dictatorial y escalar en la jerarquía del salvajismo.

Afortunadamente, los avances tecnológicos nos han permitido conservar la memoria de las acciones de todos esos criminales; sus protagonistas y colaboradores. A ellos les digo: “señores”, bienvenidos al siglo XXI, ya no les valdrá el mentir en su defensa, como otrora criminales como ustedes lo hicieron; el “yo no fui”, “yo no participé”, “yo no di la orden”, “yo desobedecí”. Todo está documentado y seguirá documentándose a pesar de las censuras.

Advierto a esos mercenarios de uniforme y a sus cómplices que les va a llegar la justicia, a todos, con nombres y apellidos, los que siguen activos y los que no. El país les aplicará todo el rigor de la ley, los buscaremos en cualquier parte del mundo para que rindan cuentas ante la justicia, que no prescribirá para ustedes por la naturaleza de sus crímenes.

Han violado con ahínco y mofa las distintas convenciones internacionales, como la Convención para la prevención y sanción del delito de genocidio (1948), la Convención sobre prohibición y restricciones tocantes al uso de determinadas armas convencionales que pueden considerarse excesivamente dañinas o tener efectos indiscriminados (1980) y sus cuatro Protocolos; los Principios de cooperación internacional en la identificación, detención, extradición y castigo de los culpables de crímenes de guerra o de crímenes de lesa humanidad, adoptados por la Asamblea General de la ONU en 1973; entre otros tratados internacionales; sin olvidar nuestra ultrajada Constitución Nacional y leyes internas. Con fundamento en la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad (1968), todos los delitos cometidos por el gobierno dictatorial de Venezuela tendrán sus consecuencias, trabajaremos incansablemente en ello para que nunca se vuelva a repetir tanta barbarie por parte del Estado, ni en Venezuela, ni en otra parte del mundo. La paz, la justicia, la democracia, la educación y el derecho a la propiedad privada serán apenas algunos de los elementos constitutivos de la carta de navegación que guiará a Venezuela hacia el desarrollo socio-económico y al retorno de sus hijos.

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