En los años sesenta, en homenaje a las rebeldías estudiantiles que cundieron por América Latina, la chilena Violeta Parra compuso “Me gustan los estudiantes”. Esta semana he recordado su primera estrofa: “¡Que vivan los estudiantes/ jardín de las alegrías! Son aves que no se asustan/ de animal ni policía”.

La canción insurge en mi memoria mientras tarareo, una y otra vez, la melodía de su contagioso estribillo. De una manera inexplicable la letra se cuela cuando recuerdo las jornadas que tuvieron que cumplir los estudiantes de la UC para rescatar el derecho de votar y para defenderlo del único modo práctico posible: votando en medio del acoso de fuerzas, ajenas a la universidad, que intentaron con violencia que no hubiese elecciones ese día.

En la Universidad de Carabobo dieron una larga batalla cívica contra los designios de una reproducción autocrática de Maduro, que se hace llamar Drácula. Sin cruces, sin collares de ajo o balas de plata, miles de jóvenes universitarios respaldaron a los candidatos de una amplia fórmula unitaria y se dedicaron a formar una estructura electoral, a organizar a sus compañeros, a construir una estrategia comunicacional en defensa al derecho al estudio y la universidad libre de tutorías oficiales o ideológicas. Fueron a unas elecciones para denunciar las agresiones contra la educación, los educadores y los estudiantes, para vencer al ventajismo y la trampa.

Muchas lecciones arrojan para el país y sus sectores democráticos los resultados obtenidos por los universitarios carabobeños. La primera es la ratificación de una verdad de sentido común: la unidad siempre es más fuerte que la suma de acciones dispersas. Las direcciones políticas debemos asimilar, con humildad y sentido de superación, una consecuencia para nuestra conducta inmediata: hay que fortalecer lo que nos une y acentuar los acuerdos que hagan eficaz las luchas de la sociedad por el cambio.

Una segunda es la comprensión y la capacidad para emplear el voto como una de las herramientas de lucha frente a un régimen autoritario. No es buen consejo prescindir de ninguna forma de lucha y menos cuando ella puede permitir que se le propine una derrota a las fuerzas que se oponen al cambio.

Es importante hoy, a la luz de la gesta de los estudiantes de la UC, reconsiderar la visión que convierte la abstención en una doctrina aplicable por siempre o que la asocia, solo en términos meramente declarativos, a una ruta insurreccional, que es claramente un mayúsculo error.

Las experiencias de lucha por reconquistar la democracia nos indican que ella tiene una naturaleza multidimensional: unión y movilización, acciones de presión externa, construcción de un proyecto de país alternativo, análisis de escenarios permanentes para ir adecuando las estrategias de lucha, coherencia y muchísima constancia. Debemos evitar el error de jugar en un solo tablero.

Los escenarios donde debe estar presente el cuestionamiento y la confrontación con el régimen son muchos. Los estudiantes de la UC, a su nivel, nos indican que si hay quienes los interconecten, puede recuperarse la ruta exitosa.

No es verdad, aunque el régimen quiere que lo creamos, que las cuatro doñas del CNE y las restricciones a unas elecciones competitivas sean factores invencibles. Son graves obstáculos, pero se pueden sortear, como los estudiantes de la UC no se detuvieron frente al asalto de mesas, los operativos violentos contra las facultades de Medicina, Ingeniería y Derecho, la inducción a no votar y todo el ventajismo desatado por el gobernador Lacava.

Si miramos la historia de otros países, nos damos cuenta de que la recuperación de la democracia y el respeto a los derechos humanos pasa por una lucha tridimensional. Ocurrió en Polonia en los noventa. Lech Walesa, quien logró derrocar el comunismo en la Europa del Este, contó que para acabar con el régimen estalinista fue necesario la unión y la presión de más de 10 millones de ciudadanos que estaban en contra del gobierno, las mesas de negociación y las elecciones.

En 2015 demostramos que con unidad no hay trampa, artimaña ni chantaje que pueda con la democracia. Los estudiantes, de nuevo, lo demostraron. Acaso, ¿qué hubiese pasado si en las parlamentarias la oposición hubiese actuado como lo ha venido haciendo desde 2017?

Lo que nos queda, para hacerle honor a esa victoria a pulso de los estudiantes de Carabobo es: unirnos, trabajar para capitalizar el descontento, fortalecer las alianzas con los gremios, sindicatos y sectores empresariales, actuar en dirección a las demandas de la comunidad internacional.

Es un trabajo por el país, por su gente, por los que resistimos adentro y los que buscan otros horizontes afuera. Un trabajo al que vale la pena dedicarnos juntos, a pesar de los sacrificios y riesgos que supone. Un trabajo para sostener la esperanza en el cambio y para lograr una solución política que deje atrás este mal tiempo de país. Los estudiantes de Carabobo son una luz en el túnel, un signo de cambio que nos anima a repetir: “!Que vivan los estudiantes!”.


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