Qué horrible cuando metemos la pata y alguien nos dice: “Yo te lo dije”. Significa que a pesar de que nos lo advirtieron, nos equivocamos y tarde lo reconocemos. Ocurre en lo personal, los negocios y en lo público.
Lo personal
En matrimonios fallidos, todos, menos los interesados, sabían que esa pareja no nos convenía. ¡Mira que nos lo advirtieron! Cuando nos damos cuenta, hemos perdido apartamento, carro, nevera, licuadoras y quedamos manteniendo muchachos. Lo peor son todos los amigos repitiéndonos: “Yo te lo dije”.
Sin embargo la gente vuelve a creer y vuelve a casarse aun sabiendo que ya tiene cantado su: “Yo te lo dije”.
Los negocios
Desconfíen cuando aparece una forma rapidita y fácil de ganar mucho dinero. Pueden quedarse en la ruina. ¡Mosca! Nada es gratis y nadie está interesado en que ustedes se hagan millonarios.
Tendemos a deslumbrarnos con negocios increíbles que generalmente terminan en una avalancha de: “Yo te lo dije”. Y de verdad nos lo dijeron.
Hoy, en Venezuela, mientras más crisis hay, más zamuros aparecen inventando negocios raros casi siempre en moneda extranjera: bonos de oro sin oro, criptomonedas de todo tipo, pirámides, apartamentos y carros casi regalados, premios por Internet y hasta cajas de vino y whisky baratísimas.
Lo público
No hay nada peor que un arrepentido de un régimen dictatorial o totalitario. El daño que hicieron cuando todo el mundo les decía lo que estaba de anteojito, luego es casi irreparable. Eso no solo pasa en la Venezuela de hoy, ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad. Estos arrepentidos que siempre han existido, en algún momento fueron cómplices o verdugos difíciles de tragar cuando se convierten en “buenos”.
No estoy juzgando a nadie, pero es difícil aceptar a los arrepentidos tardíos que hicieron pacto con el diablo.
¿Qué hacemos con los arrepentidos? No sé.
¿Se les advirtió en su momento? ¡Sí!
Cuando murió Hitler, a los alemanes que dijeron: “Yo no sabía” o “estoy arrepentido”, les dieron una pala y fueron llevados a los campos de concentración para enterrar a los miles de muertos del nazismo.
Pregunto otra vez: ¿qué hacemos con los arrepentidos? No sé, pero ellos sabían cómo cobra el diablo cuando aceptaron ser socios de él.
¿Reflexionar? ¿Recapacitar? ¿Resarcir? ¡Sí!
¿Quererlos? Difícil la vaina. A lo mejor también hay que darles una pala.