A pesar de que nos encontramos a pocos días de las elecciones para escoger a los alcaldes de los 335 municipios del país, algunos venezolanos opositores están desmoralizados, y sin ningún tipo de esperanza de que estos cambios locales puedan darle un vuelco a sus desgracias. Para males mayores, la oposición se presentará con varios candidatos, lo que evidentemente ayudará a los pretendientes del régimen a aumentar su nómina de burgomaestres.

El pesimismo, ese estado emocional que termina hundiéndonos en la depresión y el tormento, nos obnubila el entendimiento y nos cierra los caminos. Esta negatividad que nos esconde el futuro se ha convertido en una especie de corcho flotador para el gobierno. El pesimista está en el camino incorrecto, es un actor nocivo. Su manera de pensar apocalíptica prende como mala hierba, enarbolando como bandera el fin de la esperanza.

Este rodeo teórico al cual usualmente procuro sacarle el cuerpo para adentrarme de una vez en la savia del tema, es decir, más en la praxis que en la teoría, lo creo necesario en esta ocasión con la idea de que reflexionemos sobre la actitud de sabotaje que vienen asumiendo algunos personajes que actúan como opositores de la oposición; además de un sadismo que raya en lo patológico.

Estos son los mismos coristas que tercamente reafirman que todo lo que se conversa para salir del régimen es tiempo perdido. Lo único que tiene entrada en sus cabezas obsesivas es el estribillo de que hay que salir de Maduro, ya. Pero la tragedia está en que nadie propone un método distinto al electoral para lograr ese final que todos deseamos con fruición.

Nada les alegra más la vida que el fracaso de las gestiones que realiza un grupo de dirigentes políticos que con todos sus errores ha luchado año tras año, incluso con pasantías en las ergástulas del Sebin o Ramo Verde, para defenestrar a los gánsteres que desde hace casi 19 años ingresaron en Miraflores. Pensé que la decisión de la Mesa de la Unidad Democrática, de reforzar con representantes de primera línea de la sociedad civil organizada la comisión que viajó a República Dominicana el 1º de diciembre, en algo iba a satisfacer sus constantes sermones. De nada les sirvió el prestigio de Vicente Díaz, Jorge Roig, Colette Capriles, Juan Manuel Rafali y otros.

A pesar de que hasta el más limitado de conocimientos sabe que estos diálogos entre grupos diametralmente diferentes, la dictadura de Nicolás Maduro, por un lado, y los sectores democráticos por otra parte, no se resuelven en una primera reunión. Sobraron las voces para calificar ese encuentro como un fracaso; tal y como ellos, los sabiondos, lo habían previsto. Todas estas contradicciones y desencuentros, los enfoques pesimistas en extremo, han servido para que hoy existan dudas de los resultados electorales en unas votaciones presidenciales que con un rechazo de 80% a Nicolás Maduro se dude de la victoria de un postulante de los componentes democráticos. Sin embargo, el régimen se asfixia con las sanciones económicas y contraloras de Estados Unidos, una especie de estranguladora al estilo del legendario luchador Dark Buffalo le tuerce el “pescuezo”.

Mientras tanto, un grupo de los alacranes de los que alertaba el general Müller Rojas al gobierno de Chávez, vino a devorarse entre sí.

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