Las críticas dirigidas a Lorenzo Mendoza por regalar arepas en Washington como estrategia de mercadeo no son tanto fruto de la ignorancia como de la mezquindad de corazón. El problema en Venezuela no es puramente ideológico. Es también emocional. Tampoco es exclusivo de nuestra idiosincrasia. La intolerancia al éxito ajeno, al talento de otro, a los frutos y logros de su trabajo, no tiene distingo social ni de nacionalidad, pues la envidia es un “sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee”, como se lee en el diccionario. Los votos “castigo”, hechos con rabia y deseos de recuperar algo que se cree perdido, como la justicia, por ejemplo, se dan en sociedades en las que la mayoría está bastante bien educada. Digo esto para refutar la opinión de que las críticas provienen exclusivamente de los menos educados, de la gente de escasos recursos o de los chavistas. No es así. Y no lo es porque la envidia no sabe de clases sociales. No lo es porque hay mucha gente de un estrato social bajo que quiere prosperar y lo logra. Miles de los que están cruzando la frontera, chavistas y no chavistas –por cierto– caminan con una maleta a cuestas porque han constatado que el país está en quiebra y quieren un mejor futuro.

Es cierto que este gobierno ha fomentado el resentimiento. También es cierto que quien padece más necesidad o tiene cierta sensibilidad por la pobreza ajena puede sentir emociones contradictorias al ver a Lorenzo Mendoza regalando arepas en el exterior cuando aquí se pasa hambre, como dijeron. Pero a quien tiene un buen corazón se le puede explicar la estrategia del mercadeo. La envidia, sin embargo, puede provenir de cualquier estrato social. La crítica de que el dinero invertido en la compra de los derechos del mundial debió haber sido usado en comida para los más pobres se escuchaba en todo tipo de gente. Muchos parecen ignorar o no entender lo que significa que las empresas deban entregar entre 50 y 60% de su producción al Estado. Lo realmente criticable es que en Venezuela cueste tanto conseguir harina pan. Crítica que no va dirigida a Polar sino al gobierno. De igual modo, envidia de la sana es la que debe sentirse porque en el exterior se consiga lo que, siendo original nuestro, no se consigue aquí.

El punto es que la crítica no es solo fruto de la ignorancia sino de la envidia. Explicarle algo a una persona que tiene el corazón enrabietado es imposible. Hay que estar libre de resentimiento para que las ideas puedan digerirse con facilidad. Y esto en cualquier ser humano, sea pobre o rico.

La compra de los derechos del mundial para hacer propaganda de los productos Polar también se llama mercadeo. Para vender hay que hacer publicidad y para sostener una empresa hay que vender. La lógica no es tan difícil. Haber invertido ese dinero en regalar comida a la gente no resuelve los problemas del país. Resuelve el hambre de unas cuantas personas durante poco tiempo y hasta que se haga la digestión. Pero ¿qué empresa puede resistir a punta de regalos sin inversión? ¿Quién puede resistir vendiendo a pérdidas? Si Polar sacara al mercado 2, 3, 4 o 5 nuevos productos multiplicaría los empleos, los ingresos en miles de familias y la presencia de la comida en los anaqueles. Y para lograr un mayor impacto en la sociedad, una imagen que ya es una tremenda referencia para los venezolanos, hay que hacer publicidad de los productos. ¿Por qué cuesta tanto entender esto?

Un líder comunitario de Catia, un gran amigo y un ser increíble, dice siempre en público, sin problema alguno, que él fue un niño de la calle. Explica que él agradece infinitamente a quienes le tendieron una mano y le dieron comida. Porque sí tenía hambre. Pero agrega: “Agradezco más, mucho más, a quienes me enseñaron un oficio para ser autosuficiente en la vida”.

Las estrategias de mercadeo de una empresa no entran en contradicción con la bondad de corazón de las personas. Los venezolanos nos estamos regalando comida unos a otros, si podemos. Intercambiamos y compartimos. Hay gente organizada para garantizar el almuerzo de estudiantes, profesores, ancianos, enfermos y personas necesitadas en general, en distintos sectores del país. Porque sí, hay personas que se desmayan de hambre. ¿Que estamos en una situación en la que muchos están requiriendo de la generosidad de otros? Sí. Porque vivimos una real crisis humanitaria. Un país, sin embargo, no puede mantenerse así, entre dádivas y subsidios. Todo se agradece, porque se necesita en estos momentos, pero la solución pasa por formar a la gente en el trabajo y reordenar esta economía desquiciada, controladora de la libertad humana y de su capacidad productiva.

La lógica empresarial se orienta a expandirse y producir cada vez más para generar empleos y productos de calidad. La responsabilidad social está presente en muchas empresas venezolanas que luchan heroicamente por mantenerse en pie, cada vez más cercanos a sus empleados. Pero el modo en que el impacto social es más eficaz pasa por la inversión en educación, en deporte, en salud, en la divulgación de nuestra historia a través de la impresión de libros a precios irrisorios, entre tantas otras áreas en las que concretamente Polar impulsa al país. Regalar comida en lugar de invertir termina siendo una ayuda muy pobre.

En estos momentos todo pequeño comerciante y empresario es un héroe, porque el objetivo es controlarlos y asfixiarlos. Polar, en concreto, podría no estar aquí. La empresa está estructurada para competir con los grandes en el extranjero, como ya lo hace. Permanece por su compromiso con Venezuela, cosa que la envidia al talento ajeno no deja ver. Y si esta lección no la aprendemos en estos momentos, no seremos tampoco capaces de articularnos como sociedad para lograr trabajar en equipo, coordinadamente, por el bien del país. La verdad es que para mí, Empresas Polar es sencillamente admirable. Y su cabeza, un líder.

Le deseo que logre llevar sus productos hasta Rusia, si Putin los deja entrar. Y lo mismo va para todo otro empresario venezolano que esté luchando por producir con vistas a exportar.

@Ofeliavella

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