Si para quienes vivimos en este país es difícil concebir cómo hemos llegado a este atolladero, hay que imaginarse la dificultad de la comunidad internacional para entender lo que pasó en Venezuela. Una nación que decidió entrar en una fase de destrucción sin haber pasado por ninguna de las causas objetivas que sitúan a países en situación de colapso. No hemos atravesado una guerra, no hemos tenido una tragedia de la naturaleza, no hay una guerra civil y no estamos sufriendo los efectos del cambio climático, como sí pasa en muchas regiones. Entonces, cómo es que un país rico se permitió el lujo de caer en las garras de la desidia, la ineficiencia, la corrupción y la hiperinflación. La explicación no hay que buscarla en el planeta Marte, es tan simple como el agua, y está precisamente en la avenida Urdaneta de Caracas, en Miraflores. Sí, desde allí se implementan las peores políticas y medidas económicas que se puede solo imaginar alguien cuyo único deseo es el de la destrucción.

Me cuesta creer en las teorías de la conspiración según la cual todo lo malo que pasa en Venezuela es orquestado desde Cuba, con un único propósito de someter a este país, destruirlo para fácilmente controlarlo; prefiero mantenerme en la tesis de la destrucción descontrolada, por una suerte ingeniera variable que va desde la ineptitud de la clase gobernante hasta la avaricia corrupta que permite que nada exista y funcione para solo garantizar la ganancia fácil y segura. Por qué hemos perdido tanto dinero en tantos proyectos que no se realizaron o dejaron a medias. Por ineficiencia o porque el guiso llegó antes y no había motivaciones para continuar. Sean cuales sean las sumatorias de variables que podamos encontrar para entender el fenómeno, lo cierto es que esta situación es difícil de concebir y más aún de contar. El país se derrumba poco a poco. Los venezolanos se van despavoridos y los que nos quedamos andamos atónitos tratando de encontrar una respuesta para entender por qué en nuestra época nos correspondió tener el peor gobierno de la historia de Venezuela y, peor aún, el más incomprensible de los presidentes. Le cayó del cielo el principal cargo de la nación y ha despilfarrado todo lo bueno que le ha pasado por delante, cuando su única obligación es la de hacer el bien para el país. Difícil de entender.


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