“Ayer penaba por verte, llorona, / y hoy peno porque te vi”

Marco A. Solís

De todas las historias que uno podría contar sobre el maltrato a la mujer no se me ocurre ninguna mejor que la que cuenta Icíar Bollaín en formato cinematográfico a través de la película Te doy mis ojos. Luis Tosar interpreta a un maltratador y Laia Marull es la esposa sometida al control obsesivo y la violencia de su marido. La historia da miedo. Lo que sucede en la relación de esta pareja, desgraciadamente, no es un caso aislado. Situaciones similares pasan en muchos lugares del mundo. Ver la película duele. Pero le sugiero que lo haga. Véala para empatizar con el sufrimiento de la mujer o para intentar entender cómo se siente quien vive una situación personal insoportable. Injusta. Inmerecida.

Escena de la película Te doy mis ojos

Si tuviese una hermana, no querría seguramente que pasara un mal rato a causa de un vestido rojo o una prenda que le sienta muy bien. No le gustaría saber que el tipo que la observa de reojo lo está haciendo con una mirada sucia. La libertad de la mujer está condicionada por el entorno en el que se mueve. Ese entorno no parece ofrecer muchas garantías de respeto a la corporeidad inherente de una mujer, la sensualidad, la belleza, la fealdad, la indiferencia, la frialdad, la emotividad o lo que quiera que una fémina nos impone con su presencia.

En la ciudad en la que vivo, el Ayuntamiento iniciaba una campaña de concienciación sobre la violencia de género contra las mujeres. En el tranvía y otros transportes públicos aparecieron carteles con mensajes destinados a las posibles víctimas de la violencia silenciosa, el control  y el abuso. Para ser sincero, el primero de esos mensajes que llegué a leer en una fotografía publicada en el periódico resultaba ambiguo. No obstante, era solo el eslabón de una cadena de mensajes bien intencionados. El cartel decía: “Controla tu manera de vestir, maquillarte y comportarte en grupo». (“El Ayuntamiento de Murcia retira una campaña ‘confusa’ contra la violencia machista”La Opinión, 24 de noviembre de 2017)

Carteles de la campaña del Ayuntamiento de Murcia

Quien quisiera malinterpretar el mensaje final podría haber entendido que se trataba de instrucciones machistas dirigidas a culpabilizar a la mujer y no al hombre que la observa y la persigue. Uno podría continuar la cadena con frases del estilo: “¡Ojo!, no te pongas esa falda”, “¡a ver qué blusa llevas!” ¿Acaso no es lógico aconsejar a una hermana que no vista de manera demasiado sugerente? Pero también, ¿no es justo pensar que una mujer ha de vestir como se le antoje?

Con todo, la campaña #BloqueaElMaltrato recibía el rechazo de una parte de la sociedad, crítica con el enfoque aparentemente erróneo que tenía. El diario murciano recogía otros mensajes que desdecían a los detractores de la campaña. Esos mensajes pueden leerse en una fotografía posterior. Los carteles, colgados en los vagones del tranvía, destripaban el pensamiento interno del maltratador.

La educación sexual de hombres y mujeres podría ser un buen principio para el fin de la violencia de género, ¿no cree?


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