Tres en uno es el nombre dado a una suerte de ensalada liquida resultante de la mezcla de zumos de naranja, zanahoria y remolacha al que la farmacopea popular atribuye propiedades curativas y vigorizantes. Basado en la fórmula de ese brebaje, someto a la paciencia del lector tres cuestiones, deuda, separatismo y elecciones, articuladas por la preocupación de no indigestarle con una triple ración de llovizna sobre mojado. Comencemos recordando que, para mañana lunes, 13 de noviembre, el gobierno ha convocado a una reunión con tenedores de bonos de la nación y de Petróleos de Venezuela a objeto de «iniciar la construcción conjunta de mecanismos eficaces» orientada a renegociar de la deuda externa de la República y de una empresa estatal que no es ni sombra de lo que fue antes de convertirse, junto con el narcotráfico, en fuente de enriquecimiento precoz e ilícito. Para la realización del evento, que será, como en el disparatado bolero “Convergencia”, principio y final de conversaciones que no conducirán a parte alguna –de entrada, el Sr. Maduro ha tácitamente admitido que el país está en bancarrota y se acabó el pan de piquito–, se ha seleccionado una fecha que algún oráculo, a pesar de cumplirse 67 años del magnicidio de Carlos Delgado Chalbaud, determinó doblemente auspiciosa, porque se celebra el Día Mundial de la Bondad y el santoral católico que consagra a la Virgen del Perpetuo Socorro, patrona de los aseguradores.

Encomendados a esta advocación mariana y confiando en el buen corazón de los acreedores, los comisionados del régimen en trance de morosidad –un criminólogo, un químico, un abogado, un aviador retirado, un licenciado en Estudios Internacionales, un ingeniero, un geógrafo y ningún economista ni nada que se le parezca– rogarán por un milagro para que la nación no salga maltrecha del brete al que la condujo la ingénita incompetencia de la revolución bolivariana, tal vaticinan acuciosos y generalmente acertados analistas que anticipan un default. Al menos tres miembros del team negociador han sido acusados y sancionados por Estado Unidos y Canadá (uno de ellos, nada menos que el manager del equipo, Tareck el Aissami, inculpado e investigado por presuntos vínculos con el narcotráfico y el terrorismo internacionales). Ello implica que un buen número de interesados en el improvisado conversatorio se abstendrá de acudir a la cita para no exponerse a penalizaciones. Con rusos y chinos tal vez la cosa es distinta, porque de la deuda contraída para que los militares «jueguen con cosas que no tienen repuestos» se ha venido cancelando con crudo y la entrega de refinerías. Así, entre uno y otro palo de vodka, Na zdorovie!, para festejar o lamentar el centenario de la revolución bolchevique, Putin le dirá a Maduro Niettavárishch Nikolaibájate de la mulovsky y el muy hijo de Buda Xi Jinping le recordará que si no ha leal no hay lopa.

Quizá para no rumiar ni rebuznar en demasía sobre lo que sabe que la gente sabe que no sabe, las finanzas públicas, el reyezuelo, ¡cómo no!, atacó de nuevo al gobierno español y manifestó su solidaridad con el independentismo catalán. Reí, para no arrecharme, cuando leí que acusaba a España (¡!) de «tener presos políticos y perseguir al Pueblo de Cataluña». ¿Qué mosca le habrá picado? ¿En qué espejo se habrá mirado? ¿Es que no tiene un ápice de sentido común? ¿Será su postura una secuela del antihispanismo de Chávez y su infantil apego a la leyenda negra que le condujo a demonizar a Cristóbal Colón y propiciar el derribo de sus estatuas? Estas y otras interrogantes de similar tenor me asaltaron ante tanta desfachatez. Exigir la libertad de funcionarios irresponsables embarcados en una aventura secesionista, profundamente reaccionaria y sin fundamentos jurídicos, y contrariar abiertamente el sentir y parecer de Latinoamérica, respecto a la integridad territorial española –y sobre todo cuando en casa mantiene tras las rejas, según el Foro Penal, a 353 personas, detenidas por motivos políticos–, pone de bulto el escaso criterio y la poca vergüenza de un individuo que, alharaca de distracción mediante, aprovecha cualquier oportunidad para hacerse el musiú con asuntos domésticos de sustantiva importancia, como la inflación, el desabastecimiento o el corralito bancario, que contribuyen a empeorar nuestra de sí misérrima calidad de vida.

Hay que preguntarse cuál sería la reacción del bolichavista mandón y sus encachuchados cófrades si, por ejemplo, los zulianos se empeñaran en reanimar la corriente cismática que subyace en su regionalismo, como reacción al grosero desconocimiento de su legítimo gobernador. O si a los margariteños les diera, cual al profesor Gumersindo Salazar fabulado por Francisco Suniaga (Esta gente, 2012), por divorciarse de tierra firme y fundar «un estado libre e independiente, igual que Trinidad o cualquiera de esas otras islas del Caribe». ¿En qué tónica ripostarían, los autoproclamados descendientes del Libertador e hijos del redentor intergaláctico –¡vaya retorcido árbol genealógico!–, a un improbable mas no imposible movimiento emancipador engendrado por los abusos cesaristas del centralismo? ¿Se pasaría de la incruenta e imaginaria guerra económica a una segunda y más sangrienta edición de la Guerra Federal? Dejemos las respuestas a la imaginación de cada quien, pasemos la página correspondiente al gobierno y entremos en el terreno opositor con la advertencia de que Aristóteles no está de más.

El más citado y malinterpretado (adrede) de los filósofos griegos criticaba que los dramaturgos helenos resolvieran sus tragedias y comedias con la inopinada aparición en escena de deidades olímpicas (deus ex machina) –«las soluciones de las dificultades han de seguirse naturalmente de la misma fábula, y no como en la Medea por tramoya» (Poética)–, recurso que Hollywood adaptó al western con el providencial arribo del VII de caballería para salvar al muchacho de un bárbaro descabello a manos de los apaches. No somos aristotélicos, pero nos inquieta que el contrachavismo, atrapado en un laberinto de callejones sin salidas y dilemáticas encrucijadas electorales, votar o no votar en las municipales –si a ver vamos, elecciones de mayúscula importancia, pues son semillero de futuros liderazgos–, y sin un estratégico hilo de Ariadna que lo guíe, fantasee con una solución similar a fin de abortar una eventual reelección de Maduro. Se habla de un outsider, un bateador emergente que contribuya a destrabar el juego y hay quienes, de buena fe y abogando por un rediseño de la cartografía política que acabe con parcelaciones dictadas por el ego, tienen en mente al empresario Lorenzo Mendoza y la consigna ¡llegó el oso!


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