Se trata de un criterio que goza de plena unanimidad: el avance de la revolución digital ya alcanzó un punto en que es indetenible. No es posible frenar, ni ralentizar, ni mucho menos revertir la expansión de la inteligencia artificial y la robótica. Los expertos coinciden: los beneficios de la digitalización del mundo superan con creces a las realidades previas a internet. Por lo tanto, a pesar de algunas amenazas concretas -la destrucción del empleo, la más inminente y grave-, la Cuarta Revolución Industrial continuará su marcha triunfal.

Los argumentos que legitiman el auge de lo digital son incontestables. El conocimiento ha comenzado a crecer de forma exponencial. Prueba de ello son los inmensos avances que se están produciendo para desentrañar los secretos del funcionamiento cerebral, la invención de nuevas terapias, las nanotecnologías o el salto que se ha producido en la investigación del cosmos, producto de la interconexión entre telescopios y ordenadores.

La alianza entre chips y baterías solares, además de reducir drásticamente el costo de la energía, podría constituirse en la tan esperada respuesta al calentamiento global. El rápido progreso de la robótica, en corto plazo, creará sustantivos beneficios en el cuidado de enfermos y personas mayores. En días recientes, a propósito del debate mundial sobre la discriminación de género, se ha advertido que los algoritmos serán la plataforma que permitirá cerrar la brecha salarial que privilegia a los hombres sobre las mujeres.

Los factores intrínsecos

A estos factores, anteriormente señalados, a los que se podrían añadir miles y miles de argumentos relacionados con los diagnósticos de enfermedades, el incremento y abaratamiento de la producción de toda clase de bienes, soluciones para la gestión del tráfico y los sistemas públicos de transporte, así como un cartel muy amplio de facilidades para el vínculo entre gobierno y ciudadanos, la revolución digital es inevitable también por las fuerzas internas que la caracterizan. Su condición de proceso irreversible no proviene solo de las ventajas que ella genera, sino también de las características que le son propias. La revolución digital parece aplicar a la premisa de Pascal que asociaba lo inevitable a la disposición: si algo en la naturaleza tenía alguna disposición, entonces alguna vez ella se vería expresada.

Kevin Kelly (1952) es uno de los periodistas más reputados en el universo de digitalización y futuro. A lo largo de los años ha insistido en señalar que las nuevas tecnologías aportan soluciones y también problemas. Uno de sus focos ha sido el estudio del impacto que lo digital produce en nuestras vidas. En 1993 formó parte del equipo fundador de la influyente revista Wired, donde trabajó como editor por siete años.

Su más reciente libro, Lo inevitable. Entender las 12 fuerzas tecnológicas que configurarán nuestro futuro (traducido por Juan Carlos Ruiz Franco, Teell Editorial, España, 2017), analiza, no los resultados, sino los vectores, las fuerzas internas, que hacen que la digitalización continúe su ocupación de la vida y del mundo. Como si la tecnología tuviese su propio ADN, “que la inclina en determinadas direcciones y no en otras”, esas fuerzas subyacentes son universales. No distinguen las realidades específicas de sociedades y culturas. Kelly recuerda que, a todo lo largo de la historia humana, los cambios siempre estuvieron asociados a la aparición de tecnologías. En nuestro tiempo ese carácter se intensifica, pero bajo una forma radicalmente distinta: de aquí en adelante los cambios serán permanentes. A diferencia del pasado, nada permanecerá fijo. La obsolescencia será constante.

Las doce fuerzas

En tanto que las doce fuerzas tienen un carácter cambiante, Kelly las enuncia en gerundio. La primera de ellas, Transformando, describe un impulso esencial: hay una tendencia inherente a lo digital que consiste en simplificar, renovar, actualizar. Le sigue: Añadiendo conocimiento de inteligencia artificial. Estamos en la fase donde la Inteligencia Artificial va ganando espacio y aplicaciones en el mundo. Su potencialidad, ahora mismo, luce inagotable. Tercera, Fluyendo: la tecnología permite establecer regímenes de flujos constantes. No interrumpirse, salvo para ser remplazada por otra tecnología superior. Cuarta, Proyectando. Es una fuerza inherente a cualquier proceso de digitalización, ya que todo es susceptible de ser observado en una pantalla.  Pero no solo: lo holográfico ya permite ‘instalar’ imágenes en el espacio, multidimensionales, que crean la sensación que, en efecto, lo proyectado ‘está allí’.

Quinta, Accediendo: la red desconoce las distancias y la diferencia horaria: desde cualquier parte se puede acceder a un punto, si se dispone de la tecnología adecuada. Sexta, Compartiendo: No se refiere solo a la mensajería o los contenidos de las redes sociales. Toda producción que haya sido elaborada en lenguaje digital, puede ser compartida con apenas dos cliqueos. Esta capacidad de compartir es, ahora mismo, ilimitada. Séptima, Filtrando: Kelly entiende que los algoritmos descubren nuestras preferencias y la red nos hace ofertas que nos hablan de forma directa. Pero también advierte que filtrar puede ser un modo de censurar. Hay filtros útiles y otros que son un peligro para las libertades. Octava, Recombinando, que se refiere al potencial de “reordenación y reutilización de fragmentos existentes” para todo tipo de formatos. La tecnología permite editarlo todo, combinarlo todo, obtener nuevas obras fabricadas a partir de otras.

Novena, Interactuando, que es un concepto que juegos, redes sociales y muchos otros softwares ya han hecho posible. Los anuncios al respecto son ilimitados: estamos en caminos de interactuar mentalmente con vehículos, objetos, robots y personas. Décima, Monitorizando: además de la controvertida vigilancia digital, ya en curso, el potencial de monitoreo de las tecnologías se proyectará hacia nosotros mismos, Es propiedad de la inteligencia artificial cuantificarse a sí misma, por lo tanto, es inevitable que eso se proyecte hacia cualquiera de sus campos de acción. Undécima, Preguntando: por una parte, está la propiedad de la Inteligencia Artificial de responder a nuestras preguntas. La otra, algo más sustantiva, es que cada avance tecnológico lleva implícita la interrogante sobre su próximo paso, su mejoramiento o salto cualitativo hacia adelante. Por último, la duodécima, Comenzando, que remite a la fuerza para “ir al principio” -la expresión es de Ray Kurzweil-, o la propiedad de recomenzar que la tecnología tiene y que, ahora mismo, ha irradiado de tal manera, que ha configurado este inicio del siglo XXI, como el “comienzo del comienzo” de lo que será la Era digital.

*Una versión más breve de este artículo fue publicada en el portal www.alnavio.com, el 21 de febrero de 2018.


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