¡Chito! En 1954, el cineasta Elia Kazan y el actor Marlon Brando encabezaron los créditos de una película en blanco y negro que logró hacerse con ocho estatuillas del Oscar un año más tarde. Se trata de una historia de amor, cuyas acciones se originan en los muelles neoyorquinos dominados por las mafias.

On the Waterfront o La ley del silencio, como se le conoce en español, llegó a la memoria tras presenciar lo ocurrido esta semana con las televisoras colombianas que integraban las parrillas de los servicios de suscripción. Desde ya se pide perdón, por no haber pedido permiso para el uso de la expresión.

El título del largometraje resume una política de Estado que ha sido aplicada por el régimen venezolano tanto en su etapa chavista como en la madurista: desaparecer las voces que denuncian o critican lo que sucede en el país, en lugar de enmendar los errores y aminorar las penurias del pueblo que tanto manosean en sus discursos.

Un hito es lo sucedido con RCTV. En 2007 la eliminaron de la oferta de señal abierta y tres años después obligaron a las cableoperadoras a anular su intento por mantenerse a flote, aunque fuera a través del pago de los usuarios. En 2009, alrededor de 34 radioemisoras, incluyendo el poderoso Circuito Nacional Belfort, sufrieron expropiaciones o vieron cómo eran canceladas sus concesiones, mientras la complicidad de las autoridades permitía la proliferación de “medios alternativos” sumados a la maquinaria propagandística gubernamental. En 2014, la censura llegó al canal internacional NTN24 por transmitir las protestas.

Este año ha recrudecido el ataque a los medios audiovisuales a través de Conatel, que en febrero ordenó la salida de CNN en Español, refugio mediático de muchos venezolanos. En los últimos meses, el organismo ha cerrado estaciones radiales en Aragua, Barinas, Cojedes, Falcón, Monagas, Táchira y Yaracuy, sin que la repercusión haya sido importante en tiempos de anacrónico centralismo y arrollador cauce noticioso. Además, han aumentado las amenazas, públicas y privadas, a Globovisión, Televen y Venevisión por cometer el “grave delito” de tratar de informar.

La cereza de la torta surgió el miércoles, cuando RCN y Caracol TV osaron difundir las denuncias de corrupción de la fiscal Luisa Ortega Díaz.

La ley del silencio, la película, dura 108 minutos. La otra, la que padece Venezuela, va por 19 años, aunque en medio del mutismo el grito suena cada vez más duro: ¡Abajo cadenas!


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