En 1999, el diario Le Monde y la conocida empresa especializada en venta de libros y de ventas por Internet FNAC realizaron una encuesta con el propósito de elaborar una lista de los 100 libros del siglo XX. Al revisarla, encontré que encabeza la preferencia L’Étranger de Albert Camus.

La novela versa sobre la ausencia de valores, secuela del terrible desengaño y desaliento que sufrió Europa una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Suele asociarse con la conocida filosofía del absurdo y también con la corriente existencialista; sin embargo, es importante destacar que Camus siempre rechazó que fuese asociado con esta última escuela filosófica.

Los analistas de esta obra literaria relacionan los rasgos de personalidad del protagonista, Meursault, con las notas peculiaridades del absurdo, a saber, alienación y fuerte desencanto ante la existencia. El tedio, lo rutinario de la vida hacen de Meursault un ser inconmovible, frío e incluso cruel. Ello está íntimamente relacionado con la necesidad que el ser humano posee de racionalizar el mundo. Cuando no es posible darle racionalidad, cualquier hecho queda injustificado y, en consecuencia, la razón lo rechaza. Para resolver este conflicto, el ser humano puede asumir una de las siguientes  posturas: el suicidio, acción que busca salir de desesperación producida por la desesperanza, o también por la ira ante la injusticia;la religión, como respuesta a la búsqueda de trascendencia y relación con la divinidad que le devuelva el sentido a la vida; y, por último, la total aceptación del absurdo.

Esta aceptación del absurdo, vivir en la indiferencia, en la desesperanza, incluso admisión de ese vacío es la trama de L’Étranger y, en consecuencia, no hay un héroe sino un antihéroe como el actor principal; entendiendo, claro está, el antihéroe en la acepción actual del personaje que, siendo protagonista, realiza acciones muy cuestionables.

Apático hasta no importarle la muerte de la madre; solo le molesta porque lo saca de su rutina. Hay frases terribles en la novela, “un hombre que no llora en el funeral de su propia madre corre el peligro de ser sentenciado a muerte”, muestra también la sociedad prejuiciosa contra la que lucha Camus. Crítica fuerte de los “valores” de una sociedad inmersa en un incontrovertible absurdo.

Analizar la obra podría necesitar muchos caracteres que no cabrían en este artículo, y mi interés va dirigido a la relación que deseo establecer entre esta indiferencia, desgano, desesperanza que sufre L’Étranger, en el seno de una sociedad donde un fiscal condena a un reo porque tiene corazón criminal: “yo acuso a este hombre, de haber enterrado a su madre, con corazón de criminal», con nuestra espeluznante realidad en la que hace poco a una jueza se le condenó por “corrupción espiritual”.

De igual manera, la continua violación de los derechos humanos hace que algunos vean, como Meursault, con apatía e indiferencia que un niño de apenas 10 años sea pateado por defender a su madre, y que a ese niño se le haya desprendido el bazo como consecuencia de la golpiza. Posan impávidos su mirada sobre el “recogelata” que disputa con el perro callejero los desperdicios en los basureros; la imagen se vuelve parte del paisaje cotidiano de la ciudad que muere en el deterioro y la desidia. Se reseña con ligereza el “suicidio” de un político e incluso se tira al baúl de los olvidos esa trágica muerte; pero esa misma “sociedad”, cómplice de la satrapía, condena a quien se atreve a criticar o tan solo señalar algún desliz de quienes supuestamente la lideran.

Algunos preguntarán ¿por qué esa indiferencia? Precisamente se debe a la falta de sentido, al terrible vacío que se siente frente a una realidad que ha traspasado todo vestigio de comprensión y de tolerancia.

No podemos alienarnos de tal manera que nos convirtamos en la versión del siglo XXI de L’Étranger “camusiano”. Se vuelve imprescindible restaurar el tejido social que se nos ha roto. ¿Cómo, entonces, recomponemos ese tejido, esa urdimbre de la sociedad venezolana? ¿De qué forma rehacemos y le damos vigencia al elenco axiológico que le devuelva a la ciudadanía la credibilidad en sus instituciones? Habrá que empezar por reconstruir la ciudadanía enfatizando que esta no es solo una suma de derechos, sino que comienza por la reestructuración y resignificación axiológica de la sociedad venezolana. Quizás este sea el mayor de nuestros retos.


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