Los compradores y solicitantes de servicios nunca leen la letra pequeña de los contratos y facturas. Solo se enteran del error cuando solicitan el reembolso de la cita con el psiquiatra al seguro, el pago del vestido dañado por la tintorería o una retribución a la línea aérea por las maletas que no aparecen, se percatan del error cometido: “En caso de pérdida o daño de la prenda el cliente será compensado con el valor de dos lavadas, no se reconocerá el planchado”.

En política la letra chiquita nunca está al alcance cuando el votante cede su derecho de decidir a un grupo político o, peor, a un comandante eterno. Las consecuencias son graves y delicadas. Los gobernantes de buena o mala fe pueden destruir un país y matar de hambre a su población con su vulgar ineptitud o con su entrega a intereses geopolíticos contrarios a los nacionales.

Ilusionados con la promesa de que freirían en aceite caliente la cabeza de los adecos y de que habría “democracia de verdad-verdad”, los venezolanos renunciaron en 1998 a leer la letra chiquita que desde 1917 acompaña la implantación del marxismo-leninismo y que ha costado millones de vida, además de haber multiplicado la corrupción, la injusticia, el hambre y la esclavitud, aunque le pongan batas de médicos. Fueron muchas las señales de lo que venía, pero se impuso la ceguera y también la comodidad.

Ahora el país todo paga las consecuencias y no encuentra la manera de zafarse. Los usuarios de las redes sociales se preguntan dónde están todos aquellos que en contra de toda lógica repetían “con hambre y desempleo con Chávez me resteo”, que era como aceptar con los pantalones abajo cualquier letra microscópica por muy dañina y dolorosa que fuera. Nadie ha visto a un gobernador ni a ministro alguno comiendo piedras como anunciaron que harían. Al contrario, ante tanta hambre y carencia de medicinas, han aparecido los elevadísimos montos de dinero que los jerarcas socialistas han sustraído del tesoro público, al igual que sus testaferros y mandaderos. Importan poco las justificaciones que difunden los tarifados y sus robots, mucho menos los editoriales de Vladimir Villegas y sus iguales.

Luego de dejar cesantes a más de 20.000 trabajadores petroleros y de haberles robado sus ahorros y las prestaciones sociales, la Pdvsa roja-rojita fue de todos –especialmente de Diego Salazar Carreño y sus misses–, excepto de los venezolanos. La destrucción de la principal industria del país con las mayores reservas de hidrocarburos no ha sido obra del capitalismo ni del imperialismo yanqui, ¿un tigre de papel tualé?, sino de la entrega abierta y descarada de los gobernantes escogidos en 1998 por los venezolanos que obviaron leer la letra chiquitica del socialismo que les ofrecían militares “patriotas” con antecedentes golpistas.

Habiendo sido escogidos para gobernar, defender la soberanía y luchar contra la corrupción, se pusieron al servicio del enemigo e incumplieron hasta lo que no prometieron. Ahora, con el país en la total carraplana, dicen que tienen “un equipo de primer nivel que los ayuda a cumplir sus metas”. Falso, esos presuntos asesores ni siquiera son básicos, y las metas no son otras que meter más a fondo la mano en el bolsillo ajeno.

El fracaso económico es estruendoso: en menos de 4 meses el valor del petro, esa fantasía diabólica, pasó de 3.000 a 9.000 soberanos, una devaluación con todos los ceros que oscurece aún más el futuro, pero la camarilla de los 40 amigos de Alí Babá está dispuesta a no dejar piedra sobre piedra, la amenaza que Freddy Bernal más repite y jura cumplir al pie de la letra.

La solución contra las letras chiquitas en la política no es aumentarles el tamaño, como burocráticamente decidió la Unión Europea, sino defender la democracia y tomar medidas drásticas contra los encantadores de serpientes que utilizan el socialismo como carnada. Si el nazismo, responsable de 7 millones de muertes, es una opción prohibida, su hermano mayor, con más de 100 millones de asesinatos a cuestas no debe ser tratado de manera distinta. Vendo disfraz de líder bueno y santo, con bigote y cicatriz.


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