Fue muy satisfactorio recorrer los periódicos del mundo el pasado domingo. Estos efectuaron un valioso aporte a la causa de paz venezolana al echar la luz sobre los acontecimientos violentos que rodearon el intento de entrega de insumos que tuvo lugar el fin de semana para una ayuda humanitaria al país venezolano.

Muchas cosas dejaron claras los medios en cuanto al ánimo explicitado por Nicolás Maduro y su equipo de rechazar por la vía sangrienta lo que ya es un imperativo impostergable: la necesidad de ayuda externa para aliviar las carencias de la población de a pie.

Donde tristemente no se hizo énfasis suficiente, porque es un fenómeno a todas luces atípico, irregular y criminal, además de difícil de entender y menos de digerir, fue en el hecho de que la violencia que se generó durante el esfuerzo de entrada al país de la ayuda humanitaria ofrecida por un conjunto de países es responsabilidad, además, de los “colectivos” armados, otro maléfico subproducto de la perversión de los líderes venezolanos y cubanos. La acción de estos “colectivos” se potenció por la de decenas o de centenares de prisioneros provenientes de las cárceles de máxima seguridad, quienes fueron puestos en las calles, armados, para defender la revolución chavista.

Son atroces las imágenes que circularon por las redes sobre estos dos fenómenos y que quedarán allí para la historia. Me refiero a los videos de los “colectivos” en manadas motorizadas amedrentando a los ciudadanos civiles en las ciudades cercanas a las fronteras para desestimular su apoyo al gobierno de Juan Guaidó, y las elocuentes imágenes de la máxima autoridad de las prisiones del país instando a los prisioneros a darse a la tarea de enfrentar con violencia a la población opositora al régimen madurista.

Que el presidente Guaidó acuda al Grupo de Lima para solicitar que cierren filas en torno a la Venezuela democrática y que aporten el mayor componente de ayuda que sea posible es lo más razonable frente al destrozo institucional que se ha creado y, por encima de todo, para evitar más violencia oficial y defender a la población anónima de las masacres orquestadas por estos grupos al margen de la ley, los que están siendo aupados, por igual, por altos agentes gubernamentales. Fue una advertencia muy perversa, además de aterradora, la de la vicepresidente venezolana, quien fue grabada por los medios y las redes, cuando advertía que los hechos del fin de semana son pálidos al lado de lo que tiene preparado la oficialidad para defender su dictatorial gobierno. A eso se enfrenta Juan Guaidó en esta trágica hora.

La población civil venezolana no tiene cómo defenderse de agresiones armadas en circunstancias como las que se desarrollan bajo el régimen de Maduro. La comunidad internacional y el Grupo de Lima debe ser creativos para apoyar al gobierno legítimo de Juan Guaidó a través de todas las vías posibles y preservar la democracia en Venezuela, además de restablecer la normalidad en la región, un tema que tiene una trascendencia inmensa y que justifica la actuación tan decidida y valiente de Colombia en esta hora.

Existe, además, un buen sustento legal de espectro internacional para devolverle la paz al país que es lo que nos permitiría convocar a elecciones generales. “La responsabilidad de proteger” es un principio adoptado por los Estados miembros de la ONU y el mismo consta en el Documento Final de la Cumbre de Naciones Unidas de 2005. Se trata del reconocimiento por parte de los Estados de su deber primario de proteger a su propia población frente al genocidio, crímenes de guerra, depuración étnica y crímenes de lesa humanidad, y del deber subsidiario de la comunidad internacional para evitar o impedir su realización.

No estamos aún enfrentando los últimos momentos de la defenestración de un régimen que tiene secuestrados los sagrados derechos de los venezolanos después de haber destrozado su economía y sus instituciones, de haber hambreado a su población y de haber robado a manos llenas sus recursos, apoyando al propio tiempo al terrorismo internacional y al tráfico de narcóticos. Pero sí estamos en el camino correcto para suspender, por vías múltiples y concatenadas, las acciones terroristas perpetradas por nacionales venezolanos y cubanos en el gobierno o cercanos a él en contra de la población inocente e indefensa.

Quiera Dios que la comunidad entera de naciones tenga la disposición y el coraje necesario para detener esta masacre y esta destrucción.


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