El centenario del nacimiento de Antonio Lauro permite el acercamiento a un hecho lejano y quizás olvidado por el paso del tiempo, que vincula al notable músico con los inicios de la danza moderna en Venezuela.

Lauro, guitarrista, percusionista, compositor y cantante con voz de bajo barítono, fundador y director de coros, compuso la suite Giros negroides en 1955, obra que cuatro años después serviría de base musical para la coreografía homónima creada por Grishka Holguín, considerada como iniciática de un nacionalismo dentro de visiones contemporáneas que traería consigo esta nueva manifestación escénica en el país. 

El tercer movimiento de esta composición de Lauro, titulado Noche de San Juan, fue utilizado por Holguín para ambientar un corto relato en apariencia costumbrista, aunque en realidad fuertemente experimental, configurado por un propositivo lenguaje corporal que se debatía entre el expresionismo y la abstracción, sobre una relación transgresora entre castas sociales en la época colonial. La obra de una duración aproximada de seis minutos destaca por su esquematismo coreográfico, que constituye, a la luz de un análisis actual, uno de sus valores más resaltantes. La extrema sencillez de su estructura espacial y lo genuino de su gestualidad contrasta eficazmente con la densidad conceptual de la partitura de Lauro.

Giros negroides, estrenada en 1959 por la Escuela Venezolana de Danza Contemporánea en el Teatro Nacional de Caracas, interpretada por Holguín, Conchita Crededio y Carlos Ortega, pone de relieve las primeras búsquedas  de la danza moderna en el país en cuanto a temáticas y maneras expresivas, que le otorgarían claro sentido de pertenencia.

Grishka Holguín, el maestro mexicano pionero, creó esta obra cerca de una década después de su llegada al país y de ser un título tan solo referencial  de la nueva danza que buscaba establecerse, se convirtió gracias a algunas reposiciones realizadas décadas después en  antecedente y  emblema de las nuevas miradas de lo popular a través de lo contemporáneo o viceversa. 

Esas nuevas aproximaciones a este título primigenio, llevadas a cabo en 1981 por el Taller de Danza Contemporánea, en 1998 por el Instituto Universitario de Danza y en 2010 por la Universidad Nacional Experimental de las Artes como parte del programa escénico Visionarios, precursores de la danza moderna en Venezuela producido por esta casa de estudios, revelaron ante las audiencias de cada uno de esos momentos el espíritu vanguardista, tanto musical como  coreográfico, manifestado con fuerza y lucidez a través de esta colaboración creativa.

Antonio Lauro, llamado por John Williams el “Strauss de la guitarra”, y Grishka Holguín, considerado el precursor fundamental de la danza moderna venezolana, coincidieron en una visión nacionalista del arte, poseedora de una enfática e irrenunciable vocación universal.   

Giros negroides llevó consigo un espíritu similar a lo que en la actualidad es una tendencia, que en medio de logros y a veces también de inconsistencias mantiene su vigencia: visionar lo popular dentro de la cultura global del siglo XXI.


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