Hoy más que nunca Venezuela nos necesita unidos de espíritu, de corazón, por valores, principios y convicciones para resistir, persistir e insistir hasta triunfar, y se triunfa, cuando logremos la libertad definitiva de nuestro país.

Se requiere de una verdadera y auténtica unidad, porque se actúa con mucha incoherencia. Es deplorable y lamentable que se vuelva a incurrir en el error que tanto daño nos hizo cuando, después del plebiscito llevado a cabo el 16 de julio del pasado año, incurrimos en el dislate de participar en elecciones regionales fraudulentas, y que además sirvieron para convalidar la ilegítima asamblea constituyente.

Ni tres, ni cuatro, ni veinte gobernaciones valen la vida de esos jóvenes que se inmolaron y que, lamentablemente, no fueron honrados, sino que, por el contrario, sus tumbas fueron profanadas cuando algunos factores de oposición se entendieron con el régimen participando en elecciones regionales fraudulentas.

Nos sentimos satisfechos de lo que hacemos, convencidos de que estamos actuando de manera correcta. Antonio ha expresado: “Si logramos que un solo venezolano no renuncie a la fe y a la esperanza, en lo personal me voy a sentir muy satisfecho de lo que estamos haciendo. La vida es como un libro que escribimos a diario, pasamos la página y comenzamos a escribir de cara al futuro, por supuesto, sin olvidar nuestro pasado, pero comprometidos con la hora del presente, que es la más exigente y constituye el gran desafío que no debemos esquivar”.

Hemos logrado el informe definitivo del secretario general de la OEA que será consignado muy pronto en el Tribunal Penal Internacional de La Haya, hemos logrado la declaración con una nueva escalada del Grupo de Lima, se ha logrado el pronunciamiento de Estados Unidos, Canadá, y ahora de la Unión Europea, o sea, que el esfuerzo de muchos venezolanos por muchos años está dando resultados positivos.

Es de resaltar que contra Venezuela no hay ningún bloqueo internacional. Las medidas han sido adoptadas contra aquellos jerarcas del régimen vinculados en hechos de corrupción, narcotráfico y señalados de violar los derechos humanos. Ha sido el propio gobierno el que insólitamente ha sancionado a nuestros propios agricultores y ganaderos sometiéndolos a la quiebra y, por ende, condenando al pueblo a mayores privaciones alimenticias. Uno de los numerosos dramas en nuestro país consiste en que las instituciones fundamentales y claves no disfrutan de autonomía, son apéndices de la rama ejecutiva. Por eso la crisis es generalizada, y va desde lo económico a lo social.

No dependemos del Estado de Derecho, sino del estado anímico de los gobernantes, quienes manipulan a su antojo las leyes de la República, y, en tal sentido, las sanciones contra el pueblo las aplica el propio régimen gobernante. La columna vertebral de una democracia son las instituciones. Si estas marchan bien, y si funcionan correctamente, también se desarrollará normalmente la vida de los ciudadanos. Pero muy lamentablemente eso no ocurre en nuestro país, sino todo lo contrario.


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