Nicolás Maduro a su magnicidio y nosotros a lo nuestro, a lo verdaderamente importante, a lo que impactará aún más a nuestra ya deteriorada sobrevivencia. Y es que en menos de 15 días el gobierno activará una reconversión monetaria que, por lo menos en el papel, nos hace cada vez más pobres, a la vez que anunciará un reajuste en el precio de la gasolina que puede ser explosivo para toda la cadena productiva nacional.

Es poco lo que sabemos al respecto, pero los detalles que ha soltado el gobierno son para preocuparse. En lo que a la conversión se refiere, lo que conocemos es que si teníamos en el banco, por ejemplo, 20 millones de bolívares, a partir del 20 de agosto tendremos 200. Lo mismo aplica para los precios. La fórmula para convertir el bolívar fuerte en soberano es dividir la cantidad entre 100.000, mientras que si es al revés, es decir, para calcular del soberano al fuerte, se multiplica. Se ha dicho que se mantendrán en circulación los billetes actuales de 1.000, 5.000 y 10.000, no obstante, pareciera algo descabellado por cuanto su valor no tiene cabida en el nuevo cono monetario. De todas maneras, con este gobierno todo es posible.

También sabemos que la menor denominación monetaria con la cacareada conversión será la moneda de 0,5 bolívares, equivalente a 50.000 bolívares de los de hoy. En lo que a la gasolina se refiere, se conoce que el gobierno aspira a equiparar su precio con los estándares internacionales. ¿Será capaz de aumentar el litro de gasolina cercano al promedio mundial de 1,15 dólares? Significaría un incremento astronómico por cuanto los precios actuales se ubican en 1 bolívar para la de 91 octanos y 6 para la de 95, y su incidencia se sentiría significativamente en los precios de los productos y servicios. Sin embargo, hay que resaltar que una medida de esa magnitud pudiera acabar con el contrabando de combustible porque le quitaría la rentabilidad al negocio. Hoy, una gandola de 38.000 litros de 91 octanos cuesta en Venezuela 38.000  bolívares, pero puesta en Colombia su precio se traduce, como mínimo, en 38.000 dólares. ¿Será Maduro capaz de tumbarle el suculento negocio a algunos grupos privilegiados? Ver para creer.

Si bien el precio que pagamos los venezolanos por el combustible está entre los cinco más bajos del mundo, no es menos cierto que este es el peor momento, desde el punto de vista social, para implementar esta medida. La gente no tiene ni para cubrir sus gastos elementales. La pérdida de peso es evidente en el grueso de la población. Los niveles de pobreza han escalado hasta 87%. ¿Podrá el venezolano hacerle frente a un aumento importante de la gasolina, a la par del alza de todos los productos? ¿Pudiera pagar, por ejemplo, 2.000.000 de bolívares por llenar un tanque de 40 litros? ¿Podrá un gobierno, con 80% de rechazo, soportar los efectos negativos que traen medidas de esa índole?

Ante la desinformación que reina sobre el tema, analicemos varios escenarios, todos especulativos, pero probables. El primero, que pareciera el más lógico pero inaceptable ante la dura realidad socioeconómica nacional, señala que el precio del litro de combustible debería ir a la par de la moneda de más baja circulación nacional. El de 91 octanos pasaría de 1 bolívar a 50.000. De ser esta la vía, un tanque de 40 litros se ubicaría en 2.000.000 de bolívares, lo que al mes representaría, como mínimo, un golpe al presupuesto familiar de 8.000.000 de bolívares, cuando el sueldo mínimo integral apenas llega a los 5.000.000.

Otra posibilidad sería que el gobierno, una vez aplicado el aumento anteriormente señalado, subsidie 75% del costo total. Terminaría pagando 1.500.000 de bolívares y el usuario 500.000, lo que al mes le representaría, como mínimo, 2.000.000, es decir 40% del sueldo mínimo integral mensual. No obstante, seguir con la aplicación de subsidios es mantener abierta la puerta al contrabando, con el que unos pocos se llenan mientras que a la colectividad se le ahoga con controles y más controles.

Una tercera vía pudiese ser una alternativa digital, por llamarla de alguna manera. A través del carnet de la patria o de cualquier otra vía electrónica, pudiera aplicarse una cantidad determinada de dinero que iría descontándose a medida que se utilice. Esta posibilidad tendría que manejar un tipo de moneda especial con un valor distinto al de circulación nacional. Esto pareciera bastante engorroso tanto en su aplicación como para el día a día de los venezolanos.

Lo cierto es que el escenario es poco alentador para los venezolanos. Parece que las peores horas de nuestro calvario están por llegar. Todo indica que aún no hemos tocado fondo y que los últimos seis meses del año serán los peores de la era chavista. Los aumentos sin un control previo de la hiperinflación solo redundan en más hambre para la gente. El gobierno está enredado en su propia trampa. El tic tac del reloj retumba con el pasar de los días. A medida que nos acercamos al 20 de agosto, el gobierno tiene menos tiempo y menos excusas para maniobrar la gran crisis nacional.

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