Es providencial que Iván Duque haya sido electo presidente de Colombia. Visto desde la óptica nuestra, el advenimiento de un hombre corajudo, echao pa’lante, lleno de determinación y de garra y conocedor en profundidad de la desgracia venezolana, además de las muchas otras cualidades políticas y académicas que lo colocaron al frente de su país, nos llena de entusiasmo.

Su capacidad de concitar voluntades que sinergicen una acción determinante del continente en favor del pueblo venezolano será vital para Venezuela. Ya el hombre blandió la espada desde su campaña electoral al convertirse en un señalador constante de los desmanes del gobierno y en este momento encabeza, de la mano de Luis Almagro de la OEA, una iniciativa de mucho peso ante la Corte Penal Internacional al denunciar al dictador como perpetrador de crímenes de lesa humanidad.

En esta tarea han conseguido el acompañamiento de los jefes de Estado de Argentina, Paraguay y Chile. Ha sido la garra mostrada por Duque lo que hizo posible darle cuerpo a la propuesta del secretario de la OEA, quien en solitario no podía movilizar al alto Tribunal de La Haya y materializar el juicio que enfrentará Maduro. Nos toca recordar que desde julio de 2017 el senador Duque encabezó a más de 100 colegas de Colombia y de Chile  para denunciar al tirano y a agentes militares y civiles del gobierno dictatorial  por la perpetración de estos delitos penados internacionalmente.

Pero no es solo frente a sus colegas latinoamericanos que Duque estará actuando. Hay que poner de relieve la estrecha relación que Colombia mantiene con Estados Unidos, una pieza principalísima en cualquier acción que la comunidad de naciones emprenda legítimamente en contra del gobierno venezolano. La amenaza que nuestro país representa para la paz y la estabilidad de Colombia, el principal aliado del norte en el subcontinente en materia de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, serán suficientes para que las dos capitales, Bogotá y Washington, actúen al unísono. Imaginemos de cuáles maneras pondrá Duque a actuar a Donald Trump si el éxodo migratorio que sufre Colombia de nuestro lado, sigue generándole las distorsiones económicas y sociales que está padeciendo con cerca de 1 millón de refugiados ya.

Y luego está España: “last but not least”. El nuevo gobierno socialista español se había puesto de perfil en cuando al colosal drama de la destrucción de Venezuela luego de que el gobierno de Mariano Rajoy había quebrado lanzas activamente a favor de la población mancillada y en contra de las persecuciones políticas del régimen madurista. ¿Qué es lo que ha cambiado en el camino, de un gobierno a otro? Una percepción incompleta de la realidad venezolana por parte de Pedro Sánchez y de sus asesores.

Pero también en ese terreno, Duque será un importante jugador para equilibrar las cargas. El viaje del presidente del gobierno español a Chile ha ayudado a un mayor equilibrio en la visión española actual de la debacle imperante. Ya en Chile se produjo un cambio de tono en la visión de Sánchez: luego de haber asegurado que España considera que el problema venezolano se resolverá con un diálogo interior, pasó a afirmar, antes de embarcarse a Bogotá, que el nuestro es un gobierno dictatorial porque cuenta con presos políticos.

En este terreno le queda a Duque, sin embargo, un trabajo importante por hacer. Fue elocuente el silencio de Sánchez ante la pregunta de los periodistas es busca de un posicionamiento de España sobre la gestión que Colombia está emprendiendo ante la CPI. Sánchez no se compromete, aun luego de escuchar a su homólogo afirmar que el régimen venezolano es una “dictadura oprobiosa que ha ido eliminando las libertades y ha arruinado económicamente a una sociedad”. 

Pero algo no se le escapa a Sánchez en plena campaña política para su permanencia en el poder: la influencia de España en Latinoamérica pasa por la revigorización de su presencia continental y ella, a su vez, es una función de la posición que Sánchez asuma en torno al más acuciante problema regional que es la quiebra económica y humana de Venezuela. En ello el rol de Duque también habrá de ser determinante.

Así, pues, Iván Duque es la más importante carta de la baraja venezolana en los escenarios planetarios.

Tenemos suerte de tenerlo de nuestro lado en el Palacio de Nariño.


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