La reciente visita de una flotilla aérea compuesta por lo más avanzado de la panoplia rusa del aire, y el anuncio  de unas venideras maniobras militares ruso-venezolanas en nuestro territorio es un asunto sobre el cual se debe reflexionar y analizar sin alarmismo ni frivolidad.

Creo, a riesgo de errar, que de escenificarse los ejercicios militares anunciados serían los primeros en territorio suramericano en los cuales participan militares rusos o sus antecesores soviéticos; me refiero a maniobras porque en el pasado otros países suramericanos –Perú en la época de Velasco Alvarado y Venezuela con Chávez– adquirieron armamento y tecnología bélica procedente de ese país.

Estaríamos entonces en presencia de una circunstancia inédita y de consecuencias gruesas.

La gran interrogante es si el régimen chavista y sus valedores externos (en este caso Putin) han decidido dar un salto de calidad en la internalización del conflicto venezolano al asumir “la política por otros medios”, tal como definió la guerra Von Clausewitz, o si estamos ante un globo de ensayo o ante un farol.

Seguramente, si no lo han hecho ya, los voceros del régimen justificarán tal perspectiva desde el argumento de que se trata de legítima defensa ante las agresiones del imperialismo yanqui y la derecha internacional contra el país.

 El argumento de marras tiene patas cortas y nula credibilidad porque las sanciones adoptadas hasta el momento son contra la nomenclatura roja y bolichicos. Por otro lado, los voceros de la coalición de países democráticos que exigen la vuelta a la constitucionalidad niegan y rechazan reiteradamente el escenario de una intervención militar foránea para resolver la crisis venezolana. Y, hasta el momento, no se ha visto ni rastro de Marines ni efectivos militares de esos países en las fronteras terrestres o marítimas de Venezuela.

Putin y su régimen se han trazado como objetivo fundamental recuperar para Rusia su condición de potencia imperial y de jugador fundamental en la geopolítica del siglo XXI. Su reciente actuación en el Báltico, Crimea, Siria habla de la seriedad y empuje de  sus propósitos. La política aislacionista del gobierno de Trump es una ayuda invalorable para los objetivos rusos.

El chavismo decidió aferrarse al poder a toda costa y pareciera que no escatima esfuerzos ni medios para lograrlo. Es por ello que en 2016 completaron la demolición del régimen democrático previsto en la Constitución e instauraron la dictadura vigente. Conscientes del rechazo mayoritario de los países democráticos y el consecuente aislamiento han buscado y reforzado el respaldo de los principales regímenes antidemocráticos del orbe.

Es fácil advertir que la confluencia de intereses entre Rusia y el gobierno nacional es natural y está lista para escalar a nuevas y más estrechas formas de cooperación. ¿Qué sigue? Un tratado de defensa mutua, la instalación de una base militar de ese país en territorio nacional.

¿Pretenden o buscan Maduro y Putin una solución tipo Siria en Venezuela?

Guardando las distancias debidas entre el conflicto sirio y la situación venezolana, hay una coincidencia fundamental entre ambas: el propósito continuista de los gobernantes de ambos países. Y como agregado el interés de Rusia de ganar influencia geopolítica de cualquier modo.

Los venezolanos, empezando por los propios militares, debemos reflexionar y considerar los potenciales escenarios que deben concretarse en el futuro inmediato si el asunto se decanta por “la política por otros medios”. Porque todos son de consecuencias sumamente negativas para el país y sus habitantes.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!