Alcanzar la equidad es uno de los mayores retos de un Estado democrático. En el caso de la lectura, bastión de esa voluntad, a los de por sí pocos recursos puestos para su desarrollo, nos encontramos con las dificultades de lograrlo en las diversas lenguas que existen (y no siempre coexisten) en el país.

En México, 7.382.785 personas de 3 años y más hablan alguna lengua indígena.

Las lenguas indígenas que más se hablan son: náhuatl (23,4%), maya (11,6%), tseltal (7,5%), mixteco (7,0%), tsotsil (6,6%), zapoteco (6,5 %), otomí (4,2%), totonaco (3,6 %), chol (3,4 %), mazateco (3,2 %), huasteco (2,4 %) y mazahua (2,0 %) [Fuente: Inegi].

Por otro lado, se detecta entre la población mexicana un mayor sentimiento de pertenencia étnica; los resultados de 2015 estiman que, independientemente de hablar o no lengua indígena, hay 24,4 millones de personas de 3 años y más que se autorreconocen indígenas, cifra que representa 21,5% de la población mexicana en ese rango de edad. Este porcentaje representa tres veces más al de la población hablante de lengua indígena (6,5%).

Las entidades con mayor porcentaje de hablantes de lengua indígena son Oaxaca, Chiapas y Yucatán, justamente en ese orden.

Además, las lenguas indígenas no son únicamente una forma de comunicación en cuanto a lengua se refiere, son toda una forma de ver la vida y comprender incluso la muerte.

Las lenguas indígenas no son estáticas, son dinámicas, creativas y abiertas a la innovación y capaces de recrear elementos estéticos, semánticos y discursivos propios de sus culturas. Esta es la verdadera riqueza de nuestras lenguas originarias.

Difundir, promover y fortalecer las culturas son algunas de las razones de ser del libro. De nada sirven los esfuerzos de fomento a la lectura si no podemos tener las publicaciones necesarias para su difusión.

En un tiempo en el que se habla de innovación, debemos voltear a ver el abanico de posibilidades que a partir de las lenguas indígenas se presenta en el horizonte cultural de nuestro país.

México es el segundo país de América Latina con mayor diversidad lingüística, así lo indica el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) al mencionar, en el marco del Día Internacional de la Lengua Materna más reciente, que actualmente 60% de las lenguas que aún se hablan a lo largo del país están en riesgo de extinción, es decir, en los próximos años podrían desaparecer más de 40 lenguas indígenas propias de nuestro México.

Estas 67 lenguas indígenas se pueden escuchar en más de la mitad de los 32 estados del país y son habladas por cerca de 7 millones de personas, ¡7 millones!, una cifra tremenda en una nación de 120 millones. De estos, más de 1 millón de personas no hablan más que su lengua indígena; es decir, no hablan español, y de ellos, cerca de 800.000 son mujeres. De ahí la necesidad de promover una política intercultural de lenguaje, para generar condiciones de política pública, a favor de las lenguas indígenas.

No obstante, mientras promovemos esta idea, es fundamental trabajar en el fortalecimiento de nuestra herramienta de cambio y promoción cultural: el libro.

Hay aquí una gran oportunidad de fomento a la lectura. Este esfuerzo comienza en la planeación de contenidos en lengua indígena y continúa en la traducción de obras clásicas que nos permitan un acercamiento y un intercambio cultural. 

Queda un gran camino por recorrer, pero tenemos que realizarlo. Aportemos desde nuestra trinchera profesional para que nuestras lenguas originarias perduren y se cultiven.


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