Las instituciones de allá…

El pasado 2 de junio el diario El País reseñó que el socialista Pedro Sanchez tomaría las riendas del gobierno español, tras una moción de censura aprobada por el Congreso de España contra de Mariano Rajoy, en virtud de un escándalo de corrupción conocido como Caso Gurtel.

Por su parte, en Chile, el recientemente elegido presidente Sebastián Piñera, en su primer mensaje presidencial ante el Congreso de ese país, abogaba por construir consensos y diálogo para continuar con el desarrollo económico y superar la pobreza.

En Brasil, Pedro Parente, quien hasta hace poco dirigió la estatal petrolera Petrobras renunció a su cargo de presidente, debido a las protestas realizadas por camioneros como consecuencia del precio del combustible fijado por esa empresa.

Y, así, existen actualmente muchas experiencias que nos indican cómo funcionan pesos y contrapesos en las democracias, cómo actúan las instituciones ante una pluralidad de intereses, y, más aún: la estrecha relación que existe entre instituciones sólidas y el desarrollo económico de un país.

…Y las de acá.

En el año 2015 la oposición venezolana ganó ampliamente la mayoría parlamentaria en la Asamblea Nacional. Resultado: tras una serie de decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, así como de actuaciones de facto del propio Ejecutivo, el presidente Maduro decidió no someterse a los controles propios de las democracias.

2016: la oposición venezolana quiso activar el mecanismo constitucional del referéndum revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro, y la instancia correspondiente (Consejo Nacional Electoral) en vez de actuar con parcialidad, simplemente decidió no convocarlo argumentando razones de tiempo y el incumplimiento de requisitos formales para su realización.

2017: tras cuatro meses de protestas por parte de la mayoría de los venezolanos contra el gobierno de Nicolás Maduro, las instituciones –una vez más– decidieron no atender los reclamos, y, en cambio, no solo defendieron al Ejecutivo Nacional, sino que fueron cómplices de graves violaciones de derechos humanos.

Chile, Brasil y España son democracias.

Venezuela, dictadura.

Son las instituciones. Punto.

“Es que el venezolano es culpable de lo que le pasa por haber votado por Chávez”; “es que somos lo que somos por falta de cultura cívica”; “la falta de educación es lo que nos tiene así”; “todo lo tomamos en broma, somos muy bochincheros”. Expresiones como esas, y muchas más, se escuchan entre los venezolanos para explicar el porqué de la crisis que atraviesa Venezuela.

La verdad, en cambio, es que todas esas expresiones en sí mismas no son la causa del atraso en Venezuela, sino la consecuencia de unas instituciones que, lejos de establecer límites al poder político, hoy lo favorecen y están al servicio de graves violaciones de derechos humanos.

En las democracias, las instituciones son inclusivas o persiguen serlo, de modo tal que se garanticen los más diversos intereses de los ciudadanos. En las dictaduras, como nuestro país, las instituciones son extractivas, protectoras de los intereses de unos pocos, y cada vez más sólidas como para permitir cambios que amenacen su extractividad.

Quizá hoy más que nunca para el político y la ciudadanía en general resulta muy etéreo hablar de instituciones y democracia cuando el país transita por una crisis espantosa en todos los niveles, y en el que el Estado ejerce un control social cada vez más férreo y eficaz. Aun así, el desarrollo de Venezuela no radica en “sembrar el petróleo” –otra expresión célebre con la que nos encanta reflexionar–, sino en sus instituciones.

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