En momentos cruciales para la recuperación de la democracia y el retiro de las dictaduras de Venezuela, Nicaragua y Bolivia la pregunta es “si las Fuerzas Armadas deben obediencia a la Constitución o al régimen”. En democracia la respuesta es muy fácil por la vigencia del Estado de Derecho, pero las dictaduras construyen su aparato militar para que las Fuerzas Armadas respondan solo al dictador en el modelo de Cuba. Por eso las Fuerzas Armadas de Venezuela, Nicaragua y Bolivia definen su existencia, pues si no son parte del proceso de liberación contra las dictaduras, los pueblos saben que no las necesitarán.

Para qué tener una institución cuyo objetivo es la defensa de la patria, de la integridad nacional, de la seguridad y el servicio al pueblo del que forman parte… ¿si cuando tienen que cumplir sus funciones no lo hacen, o peor, apoyan, sirven y se integran al opresor, al criminal, al que somete al soberano?

La expansión en las Américas de la dictadura castrista de Cuba con el rescate que le hizo el dictador Hugo Chávez malversando la riqueza de Venezuela y creando el socialismo del siglo XXI o castrochavismo, ha instalado y controla los regímenes narcodictatoriales de Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia. El sostenimiento de los regímenes de facto urge el uso de la fuerza, para lo que es imprescindible controlar las Fuerzas Armadas, lo que han logrado –hasta ahora– por medio de la subordinación mal entendida, la corrupción y el terror, además de formar grupos armados irregulares y paramilitares.

Venezuela no deja duda de mandos militares corruptos integrados al régimen. Las acciones y decisiones de Padrino López y el entorno son de un grupo criminal y no militares. Han convertido la defensa de la nación en una mafia que ya está señalada por las sanciones de Estados Unidos, de la Unión Europea, del Grupo de Lima, de la OEA y fichada por entidades de lucha contra el narcotráfico y la Convención de Palermo contra el crimen organizado. Tampoco escapan a la aplicación de La Haya por crímenes de lesa humanidad que incluyen el asesinato de camaradas, torturados y acribillados por cumplir con su juramento y obligación de defender a su pueblo, a su patria. Centenas de militares presos y torturados acusados de conspirar prueban la criminalidad de los militares de la dictadura.

Nicaragua es la muestra de cobardía de quienes como militares deberían ser ejemplo de valentía. Vergüenza ajena ver al jefe de las Fuerzas Armadas nicaragüenses “declararse neutral” y no defender al pueblo frente a las masacres, torturas y crímenes que Daniel Ortega y la vicepresidente, su cónyuge Rosario Murillo, cometen a diario. Cobardía, hipocresía y coartada, porque el pueblo acusa a los militares nicaragüenses de poner efectivos como paramilitares y enmascarados para masacrar. Los mandos militares nicaragüenses están cometiendo falsedad, omisión de deberes y están ayudando a la dictadura a permanecer en el poder. O reaccionan o periclitan, porque importantes voces como el ex ministro de Defensa Pedro Joaquín Chamorro ya han planteado una Nicaragua post castrochavista sin Fuerzas Armadas, y Costa Rica es buen ejemplo.

Bolivia en los más de doce años de dictadura de Evo Morales ha creado mandos obsecuentes y corruptos. La dictadura se ha encargado de violar el orden de mérito en el ascenso, de nombrar comandantes a marginales que nunca hubieran merecido tal posición en democracia. La corrupción es la regla, con premios después del mando servil para enriquecimiento ilícito con cargos en aduanas, embajadas y empresas estatales. El tráfico de cocaína a Venezuela en aviones y con personal militar boliviano está demostrado por el periodista Leonardo Coutinho.

El servilismo ha creado hasta una marcha militar al dictador cocalero, impostando letra a un ritmo clásico alemán. A los militares bolivianos les está llegando la definitiva que pone fuera de zona a los venezolanos y demuele a los nicaragüenses. El pueblo boliviano tiene la esperanza de que estarán a la altura de ser las “Fuerzas Armadas de la nación”, no de la dictadura.

Esto es solo la observación de la realidad objetiva, topografía social. El cambio es irreversible. Si sucede con o sin Fuerzas Armadas depende sencillamente de lo que hagan los militares, eligiendo entre el crimen y su destrucción institucional o el cumplimiento de su deber.


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