La alarma es general luego de lo acontecido en las fronteras venezolanas con Colombia, Brasil y el Caribe. Pero, también, el desencanto en lo concerniente a la metodología para que volvamos a la libertad.

Carmen Leonor Mantilla, abogada (cum laude) a los 20 años y becada por la UCV a Harvard se especializa en Constitutional Law, iniciándose en Cambridge como asistente de Samuel Huntington, quien le solicita cooperar con Francis Fukuyama en el prólogo del libro El orden político de las sociedades en cambio (l986). Dedicaría un semestre a Harvard y otro a Venezuela, convencida de que en las clases de Huntington y Fukuyama había encontrado variables para que su país recuperara la paz social.

Analiza lo que Huntington califica como “tercera ola de democratización”, constatando que la reposición de la democracia implica: 1. Un punto de arranque cuando finaliza la dictadura, 2. El inicio del régimen de libertades y 3. La faena para consolidarlo. La liberalización, otra categoría, consiste en la apertura parcial de un sistema autoritario, sin que se escojan autoridades por elecciones libremente competitivas. No le gusta la última por serle familiar con “el diálogo”, manoseado en Caracas por un gobierno militar y una oposición, en principio, cándida. Quien más lo ha propiciado es el expresidente del gobierno español Rodríguez Zapatero. Lo que menos le agrada. El quid es, por lo menos, identificar el escenario para ubicar a la nación, en camino a conformarse en “la Siria latinoamericana”. Por lo menos, para la diplomacia y la prensa internacional.

Por supuesto, sabe que el país es víctima de “una contra ola antidemocrática (Germán Gorraíz López)” y que el mar no termina de aquietarse, por lo que nos bañamos diariamente en las mareas de la frustración y el descontento. Pero ¡hemos luchado! Interrumpe Melquiades Alvarez, su enamorado desde cuando ella tenía 14 y él 17, puntualizando que vivíamos en el espejismo de la democracia sólida estatuida en la Constitución de 1961, para la cual “el gobierno es y será siempre democrático, representativo, responsable y alternativo. Así mismo, la soberanía reside en el pueblo, quien la ejerce, mediante el sufragio, por los órganos del Poder Público, cuando en verdad tenía serios enemigos, no del todo en las instancias políticas, como en las interpersonales. Se le atacó como deficitaria, caldo de cultivo, por lo menos, en lo referente a una mayoría habituada a la ofrecida eficiencia de los gobiernos para satisfacer necesidades mínimas. No tomamos en cuenta con seriedad, particularmente, en las décadas de los ochenta y noventa que “la concurrencia del desarrollo económico y una real legitimación popular de los gobiernos”, así como nos conduce a la democracia, es determinante, “on the other way around” en la contra ola (el autoritarismo).

Pero, además, la aguda ingenuidad de no haberle dado la consideración debida a que derrotada la lucha armada (Betancourt, Leoni), la denominada Revolución cubana, para muchos, fue la ductora, directa e indirecta, de organización, lucha y liderazgo de aquellos terribles años. Asumimos que habíamos triunfado y “for ever” dejaríamos de ser víctimas de quien terminó convirtiéndose en “el Milosevic del Caribe”, personaje indudablemente que con raigambre histórica prosiguió en la tarea, con viejos y nuevos acompañantes, penetrando en la Fuerza Armada, con el propósito de estatuir un gobierno cívico militar, movimiento en el cual pareciera innegable en que se haya involucrado un importante número de soldados (Avendaño). En esa “contra ola” hoy nos bañamos, con serias dificultades para encontrar toallas y secarnos. Pero, además, las aguas putrefactas.

Acaso afirmas Melquiades, Carmen Leonor interroga, que hoy somos un “Kosovito”, justificándose, por tanto, una cooperación como la de la OTAN en “Kosovo”, para hacer viable, cuanto menos, la relativa paz que experimenta, entre naciones enemigas por la disolución de Yugoeslavia. Por supuesto, contesta Alvarez, amparada, como entonces, en una Resolución de la ONU, la 1244 / 1999, acordando “presencias internacionales eficaces, una civil y otra de seguridad”, en procura de convivencia. Mire usted Carmen Leonor que me ha costado no admitir que el internacionalista de la Universidad de Madrid, Alfonzo Iglesias V., se refiere no a Kosovo, sino a Venezuela al afirmar “la situación en la provincia de Kosovo, consecuencia de la política represiva de la República de Serbia”. Me parece haber leído del académico: “Los esfuerzos internacionales para el arreglo pacífico del conflicto venezolano no pudieron culminar con éxito, debido en gran parte a la intransigencia del autoritarismo y su agresión a una sociedad que ha pretendido decir ¡queremos libertad”. Pues, yo, también, soné con la Alianza Atlántica en nuestras fronteras, acota la caraqueña. No sé qué prevaleció, pero pareciera,  en la diversidad de acertijos, que la gesta era, como  en Kosovo, “de dudosa legalidad jurídico-internacional”. Esa apreciación no toma en cuenta la miseria, el hambre y las enfermedades en los venezolanos, migrantes o no.

Hoy, mi amado Melquiades, la exagerada prudencia de las organizaciones internacionales, no hay dudas, de que, conspira con nuestro país. Lo reafirmo, a pesar de que mi amiga Ana M. Jara, de la Universidad de Jaén, en el caso de Kosovo, comenta que la soberanía resulta prácticamente irrelevante dado que, al menos durante el periodo 1999-2008, ningún Estado puede ejercerla efectivamente ni reclamar las competencias que a ella acompañan”. Situación de hecho mi querida Ana M, dice Álvarez con sátira. Qué problema con la academia.

La melancolía abate a la juvenil pareja Álvarez Mantilla. Melquiades expresa: “Amor de mis amores, me voy a Noruega”. Carmen Leonor le responde: “Regreso a Cambridge”. El desconsuelo es inimaginable. Los presentes en al aeropuerto de La Guaira, donde residiera el presidente Guaidó, perciben la despedida y escuchan la conversación. Se secan las lágrimas.

Muy cerca Isabel Carmona, viajando a Pampatar a un pleno de AD, empinada sobre una silla, les manifiesta: ¡Dejemos la cobardía, miren que Juan Guaidó anda por el mundo como Pablo de Tarso, demandando nuestra libertad! Joven con los pantalones bien arremangados, se le escucha a Enrique Aristiguieta, que se acerca a felicitar a Isabel, expresándole que tienen la misma edad (90 años).

Así quedó Venezuela en horas vespertinas de un 23 de febrero inolvidable.

@LuisBGuerra

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