Las Fuerzas Armadas Nacionales de Venezuela, durante 40 años sufrieron altibajos, como es normal con todo organismo biológico proyectado en lo institucional. Hubo conatos de golpe, escarceos de agentes delincuentes que actuaban por su cuenta pero, por ignorancia, desidia o la confianza inocente que la mayoritaria sociedad civilista les tenía, esos episodios aislados derivaron en una ascendente, oculta subversión interior que estalló en la intentona golpista de 1992 atajada, pero no eliminada, por graves errores de la desgastada dirigencia partidista en todos los ámbitos de la sociopolítica. Esa FAN sí cumplió el juramento de acatar las leyes constitucionales, una de las cuales, casi la fundamental, es la protección fronteriza del territorio para resguardo de sus habitantes. De allí su rápido triunfo militar contra la inicial penetración castrocubana. El resto también es harto conocido. Tal como lo expresó continuamente el estadista Rómulo Betancourt, esa democracia representativa se soportaba sobre pilares frágiles porque la tradición militarista venezolana de siglo y medio, rugía sin tregua en el sótano y para evitar un derrumbe fatal se requería la dura, tenaz defensa de las leyes fundacionales cuyos defectos eran susceptibles de enmiendas discutidas, sufragadas, legítimas, legales.

Al contrario, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es radicalmente fachista, FACH, centrada en la idolatría al teniente coronel Chávez, golpista que la fundó, ilegítima en su desempeño, pues fue bautizada con la frase “esta revolución es pacífica pero armada”, que no figura en esa carta magna, y es utilizada para empoderar una sistemática violación de las leyes que la parieron. Desde su origen mismo abrió las fronteras patrias a la subversión armada colombiana, al bandolerismo doméstico diario, a todas las fechorías de las revoluciones comunes en la centuria del XIX y se concentró en la del siglo XXI. Será minuciosamente registrada en la auténtica historia del país cuando se logre extirpar esa lacra medular. Sin la eliminación del generalato, sus amenazados súbditos apadrinados por el castrochavismo y otras narcomafias mundiales, será vano cualquier esfuerzo por cambiar el actual infierno en busca del paraíso perfecto que no existe pero sí, el de una transición hacia una democracia decente por perfectible.

Tarea urgente que logre un lazo entre las débiles fuerzas internas y las fuertes continentales dispuestas a evitar en sus regiones la catástrofe que hoy invade a la malquerida Venezuela, por ahora, bastante solita.

Esta es una clase de Moral y Cívica para niños de toda edad, necesitados de una escuela primaria todavía no inscrita en el Ministerio de Educación oficialista, y trata de imitar la que recibieron clandestinamente varias privilegiadas generaciones en plena dictadura perezjimenista, que resulta dictablanda frente la salvaje tiranía totalitaria castrochavista militarizada que hoy inventa guerras de “independencia” contra Colombia y el imperio yanqui en el intento de convocar a un salvador nacionalismo artificial, teatro bélico que puede ser su perdición.


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