La política es pragmática. Esas genealogías que la quieren convertir en posiciones inconmovibles son los absurdos que practican los teólogos ideológicos. En realidad, ella cede en la medida que sea un interés superior lo que movilice el siguiente paso. En Yalta se reunieron en 1945 el líder soviético Josef Stalin, el premier británico Winston Churchill y el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt. Habían ganado la guerra, pero no la paz, es bien conocido que, entre ellos, no existía mayor empatía, más allá que mostrar cordialidad para la foto histórica. Sin embargo, estaban obligados a entenderse entre las ruinas de una Europa convertida en un gigantesco cementerio.

De su lecho de enfermo se levantó Mao Zedong para recibir a Richard Nixon en Pekín en junio de 1972. Los ojos asiáticos observaron por primera vez al líder del más enconado de sus odios. Caminaron por la ciudad prohibida, con el cuchillo entre los dientes, pero la realidad política invitaba a coexistir en un mundo cada vez más impregnado de relaciones de todo tipo. En definitiva, la política tradicional rompía con las barreras impuestas por los intereses, paradójicamente, esos mismos intereses se abrían en la búsqueda de una salida.

Sin querer confrontar eventos y escenarios revestidos de liderazgos históricos incomparables, las oportunas misivas enviadas por María Corina Machado a los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin, de China y Rusia, respectivamente, son una magnífica oportunidad para generar una transición en la nación. Ambas potencias forman parte de Consejo de Seguridad de la ONU, siendo las sostenedoras política y financieramente del gobierno venezolano, es un acierto de la aguerrida dirigente plantearles una salida a esos influyentes mastodontes ideológicos. Hace un giro interesante ya que busca entablar un diálogo fructífero: con los puntales de este modelo programático. Rompe con la periódica visita a los mismos actores que están convencidos. Eternas alocuciones teniendo como escenarios el eterno público. Era hora de acercarse a otros centros de poder para explorar un camino que nos conduzca al encuentro democrático. En las mismas no toca asuntos espinosos que podrían traer obstáculos, en el prefacio de un acuerdo.

María Corina Machado viene demostrando una gran capacidad política para comprender los escenarios, su valentía no solo es la gran disposición que tiene para recorrer el país, es la visión de una brillante estadista con un andar que genera adhesiones. Ya los contextos del mundo la catalogan como una voz inquebrantable de Venezuela.

Adentrándonos en los destinatarios de las epístolas de María Corina, es oportuno precisar lo siguiente. La administración china es un gobierno que no se corta las venas por nadie. Su política es intercambiar con aquellos factores que le garanticen inversión. Cuando Cristina Fernández de Kirchner dejó el gobierno argentino el 9 de diciembre del año 2015, inmediatamente envió a Buenos Aires al ministro de Relaciones Exteriores Wang Yi a negociar las grandes inversiones asiáticas con el nuevo gobierno de Mauricio Macri. Hoy las inversiones ascienden a los 27.000 millones de dólares siendo un fuerte propulsor de grandes proyectos en todos los órdenes. Para el gobierno argentino es su segundo mayor socio comercial. No les importó entenderse con un modelo diametralmente opuesto a Pekín, su estrategia se basa en el negocio.

La federación rusa es mucho más compleja, ellos anhelan volver a su privilegiada posición en el mundo. Su actitud es agresiva y con fuerte dominio sobre sus potenciales satélites. Han tratado de borrar un tanto la imagen difusa que transmite Vladimir Putin. La heredad soviética sigue siendo un estigma que le impide abrirse del todo. Con ellos es más complejo entablar salidas sencillamente porque su pasado los coacciona. Sin embargo, en el mundo de la política no podemos descartar nada.

La acelerada caída del gobierno venezolano tendrá pocos dolientes cuando su destino sea irreversible. Esas cartas escritas por María Corina envían una señal potente al mundo del interés que existe en conseguir una salida en paz. Fue una brillante idea que la gente recordará como parte fundamental del quiebre definitivo.

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