A consecuencia de las tecnologías provenientes de la electrónica y la informática, los medios de comunicación adquieren mayores recursos, más dinamizados, alcances mucho más amplios que los imaginados por Gutenberg en el siglo XV. Los medios de comunicación de masas, potenciados por esas tecnologías, rompen o rebasan fronteras, culturas, idiomas, religiones, regímenes políticos, diversidades y desigualdades socioeconómicas y jerarquías raciales, de sexo y edad. En pocos años, en la segunda mitad del siglo XX, la industria cultural revoluciona el mundo de la cultura, transforma radicalmente el imaginario de todo el mundo. Se forma una cultura de masas mundial, tanto por la difusión de las producciones locales y nacionales como por la creación directa en escala mundial. Hablamos de producciones musicales, cinematográficas, teatrales y, por supuesto, literarias, entre otras, lanzadas directamente al mundo como signos mundiales o de mundialización. Se difunden por los más diversos pueblos, independientemente de sus peculiaridades nacionales, culturales, lingüísticas, históricas y religiosas.

En el ámbito de comunidad multitextual, prevalecen los medios electrónicos como un poderoso instrumento de comunicación, información, comprensión, explicación e imaginación de lo que sucede por el mundo que, junto con la comunicación impresa, los medios electrónicos pasan a desempeñar el singular papel de intelectual orgánico de los centros mundiales del conocimiento.

El ser humano se enfrenta así, a retos diversos en el siglo XXI. Debe prepararse para una sociedad cada día más interconectada y con mayor información a cada instante, es decir, desarrollar la capacidad de adaptación a un entorno fluido y en evolución permanente.

La biblioteca es uno de los eslabones fundamentales de la cadena del libro y juega un papel fundamental en la preservación, promoción y difusión de la palabra escrita y es el espacio donde es más claro el encuentro entre los libros y los lectores. No hay nada más alentador que ver los pasillos de las bibliotecas llenos de usuarios, entre niños, jóvenes y adultos que buscan en los ficheros, los lomos de los libros una guía, un dato, una fantasía o un sueño.

Allí es donde ustedes ejercen una bellísima y complicada profesión: un bibliotecario es ante todo una figura que guía tanto a quienes gustamos de la lectura y la investigación, como a los que se inician en la aventura de la lectura. Gracias a ustedes logramos encontrar el material adecuado para el esparcimiento, pues son ustedes quienes se encargan de promover la lectura y el cuidado de ella gracias a su labor y cuidado.

Un bibliotecario, además, guía los pasos del investigador hacia el material adecuado para que este último continúe por la vereda del conocimiento y pueda, en su momento, enriquecer nuestro acervo cultural y científico.

De igual modo, al actualizar el catálogo constantemente, se vuelve también un experto en los contenidos más actuales, los de interés tecnológico e incluso de los de fantasía, convirtiéndose así en un promotor especializado.

La biblioteca, el bibliotecario y el profesional en archivología tienen la función de convertir sus lugares en centros de difusión de la palabra y la cultura en general. Como entes sociales, todos los integrantes de la cadena de valor del libro y la revista debemos pugnar porque la biblioteca se convierta en un centro de convivencia familiar; un lugar donde los niños, jóvenes y adultos se reúnan para hablar de libros, más allá de las obligaciones escolares, profesionales o académicas.

Las bibliotecas públicas son el destino natural de los contenidos editoriales. Al igual que los dispositivos electrónicos, que no cumplen su función sin contenidos, las bibliotecas no funcionan sin libros. El desarrollo de las bibliotecas, en todos los niveles, es fundamental para el desarrollo de la educación de nuestro país.


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