En el otrora imperio que nos legó el idioma ha triunfado Rafael Cadenas. El exquisito bardo larense logra el celebérrimo Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, para beneplácito de una nación urgida de buenas noticias. Ante la desazón cotidiana que caracteriza la vida nacional, que un hecho maravilloso traiga agua cristalina al molino siempre será un motivo de regocijo.

Quiso el destino que sus palabras perfumaran los ambientes de una universidad fundada en 1218 por Alfonso IX de León. Sobre el cúmulo de los siglos adosados al cobijo de una herencia imperecedera, creció enfrentándose a las conjuras diabólicas de la espada, jamás cerró sus ojos cuando la oscuridad escribió en el huesudo pecho de las injusticias. Vastos reinados de oropel fueron repelidos por nuevas afrentas de incivilidad, sin embargo, este claustro de conocimientos se mantuvo en pie. La universidad de Salamanca es en definitiva la más antigua de España y la cuarta de Europa. Son ochocientos años de saberes profundos, un espíritu inquisidor que no ceja en su empeño de llevar cultura como toneles de ilustraciones.

En ese marco esplendoroso un larense embriagado de sabiduría caminó entre sus lúcidas historias para recibir un reconocimiento que honra también a una Venezuela, que muestra que tenemos muchas razones para creer en el futuro. Sus palabras en el templo de Miguel de Unamuno sonaron como un relámpago en medio de la tempestad que envuelve la nación sacudida. Siempre describiendo nuestras desdichas con erudición.

La poesía de Rafael Cadenas es un rasgo de compromiso. En ella no encontramos remilgos de pasiones que endulzan, pero que solo construyen castillos en la arena. Su énfasis traza ideales que son una brújula para comprender lo que somos, sus huesos recibieron la cárcel en la dictadura, muchas de sus creaciones fueron sometidas a la vindicta oficial. Sus férreas convicciones fueron asaltos para un poder que se regodeaba de tener el membrete de la heráldica de la heroicidad absoluta. Este barquisimetano ejemplar supo imponerse a las vicisitudes hasta encontrar la adhesión de miles de militantes de sueños en el mundo.

Cuando nos adentramos en su obra nos conseguimos con una visión profunda, aquí no caben las contradicciones endémicas de una intelectualidad de solapa, es un hombre que entiende la necesidad de mostrar un cúmulo de ideas que trasciendan la geografía hasta hacerla germinar. Existe, además, mucho de su alma larense en su poesía. Nació en un Barquisimeto, lleno de comercios y caserones de amplios corredores, seguramente atravesó los patios arbolados para observar el valle que acaricia un riachuelo de aguas color ceniza, sus iniciales líneas se ampliaron en la multiplicidad de los colores de los atardeceres.

Ahora los herederos del idioma honran a un hombre nacido en las tierras descubiertas. Es, de alguna manera, la grandiosidad del castellano como lengua tirada por caballos de perennidad. España en manos de la reina Sofía se rinde ante el talento de uno de los nuestros. Hace quinientos años nos conquistaron, hoy somos los hijos de aquellos eventos quienes retornamos al tronco común, para escribir en el mismo pliego del idioma de Cervantes.

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