Andrés Manuel López Obrador, presidente de la república mexicana, durante la luna miel con la nación –que duró más o menos cien días– hizo ofertas de todo tipo y calibre, las cuales dejaban boca abierta por sus bondades a los más exigentes críticos y opositores ideológicos del mandatario.

Era de esperar un poco más para conocer de sus bien intencionados planes. La convocatoria a reuniones con los medios a diario empezaron a hacerse un poco monótonas por aquello de lo repetitivo de ciertos temas.

La prensa independiente continuaba con la misión de conocer hechos, criterios, programas a futuro; actitud que incomodan al mandatario López Obrador.

El pasado 16 de abril el magistrado da a conocer su política informativa y publicitaria intentando acabar con la actitud, según indica, de castigo y premio de inversión en los medios y consideración de los periodistas en cuanto a su comportamiento frente al Poder Ejecutivo.

Con un supuesto “convenimiento social” de veinte artículos que no deja contento a muchos entra en vigencia el mamotreto comunicacional en el Diario o Gaceta Oficial de inmediato.

En un territorio como México ejercer el periodismo es altamente peligroso, ya que los comunicadores y empresarios son constantemente atacados por los corruptos, el hampa, el narcotráfico, la delincuencia organizada, carteles rusos, grupos italianos, trata de blancas, etc.

La esperanza, respetar la libertad de información tal como prometió el hoy presidente mexicano en el ejercicio político de sus aspiraciones presidenciales, era un anhelo de todos.

Sin embargo, en apariciones de contacto con los medios de comunicación se escucha cómo seguidores o fans de López Obrador se constituyen de hecho en “grupos colectivos oficialistas”, como se les conoce en Venezuela, unidades de respuesta rápida se les percibe en Cuba, paramilitares sindicados en Nicaragua; pitar, abuchear, rechiflar cuando un comunicador independiente requiere del mandatario respuesta sobre temas que estiman ellos o los instruyen previamente no son del agrado presidencial, evidencian redactores.

Tal repulsa lleva una velada autocensura, por ahora, pero bien podemos estar entrando en una etapa de forzosa tacha de contenido que produciría como consecuencia severas penas que conduzcan a sometimiento en recinto carcelario a editores, productores y personal profesional, sanciones estas violatorias de los derechos humanos.

En la tipificación que realiza Reporteros sin Fronteras del país de América del Norte, lo ubica negativamente dentro de 180 naciones en el lugar 147 en cuanto al respeto por la libertad de expresión y sus limitaciones.

Noruega va a la cabeza positivamente en la tabla al ubicarse en el primer lugar, tomando como indicativo el número de trasgresiones que limitan su ejercicio comunicacional.

Cuando observamos la agrupación especializada de RSF de 2018 en referencia a otras ciudadanías de América, México se ubica en desaprobación en la posición 147, levemente por encima de Venezuela en la casilla 148, llevándose Cuba la peor parte por la férrea dictadura, escaño 169.

A continuación algunos países de América Latina en cuanto a su lugar ascendente perjudicial en la región: Uruguay 16, Surinam 20, Chile 46, Paraguay 99, Brasil 105, Bolivia 113, Nicaragua 114, Guatemala 116, Colombia 129, El Salvador 141, Honduras 146, Venezuela 148 y Cuba 169.

En torno a escasos cinco meses de gobierno de Andrés López Obrador, escuchar decir, luego de ratificarles a los colegas ser prudentes: «Si ustedes se pasan, pues ya saben lo que sucede… No soy yo, es la gente»; me parece empezar a traficar la era de los piquetes descalificadores en las calles de Venezuela, muestra pública terrorista de grupos paramilitares en armas.

Temo en definitiva que las dictaduras continuarán acechando las democracias. Las advertencias de Andrés Manuel López Obrador con el lápiz rojo a la cubana de la censura en mano es un mal augurio para las libertades en general y el futuro de México.

Dios quiera y me equivoque.


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