La presión internacional contra el régimen instaurado en Venezuela, no solo debe mantenerse sino acentuarse hasta que, concurrentemente con otros factores, lleguemos a un punto de inflexión. Es un gran logro el impensable apoyo tan decidido con el que contamos los venezolanos en un ámbito bastante ajeno a tomar decisiones tan contundentes.

El lenguaje diplomático, proverbialmente inasible, hoy se trastocó en un discurso claro, coherente y firme en torno a la situación nacional. En esta ruta hacia la inflexión, han sido relevantes las declaraciones y sanciones que han tomado organizaciones en esa comunidad internacional y líderes mundiales contra Maduro, funcionarios civiles y militares del alto gobierno y los denominados “bolichicos”, en materia de corrupción y violación de derechos humanos.

Afirmaba Kofi Annan, con mucha claridad, que la corrupción es una plaga insidiosa que tiene un amplio espectro de consecuencias corrosivas para la sociedad. Indicaba que afectaba a la democracia y al Estado de Derecho, dando lugar a violaciones de los derechos humanos, distorsionando los mercados, menoscabando la calidad de vida y permitiendo el florecimiento de la delincuencia organizada, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad humana.

Agregaba que, en el futuro, los corruptos tendrían menos opciones para ocultar sus patrimonios ilícitos y que eso era muy importante para muchos países en desarrollo, en que altos funcionarios saquearon la riqueza nacional y los nuevos gobiernos necesitan recursos desesperadamente para reconstruir y rehabilitar a la sociedad.

Esto pone de relieve que la corrupción no es un acto simple en su naturaleza, antes por el contrario, su complejidad es obvia cuando entre sus consecuencias observamos el grave y generalizado daño que le produce, de manera directa, a todo un país como obstáculo para su desarrollo. Ese es nuestro retrato hablado. El saqueo en Venezuela es de tal magnitud que hoy solo puede estimarse mas no precisarse. Gran parte de esos miles de miles de millones dólares ha ido a parar a otros países. Se han legitimado y lavado esos capitales, que a su vez han sido destinados al financiamiento del terrorismo y al tráfico de droga.

La Convención de Palermo, también aplicable, se inspira en la máxima de Annan: si la delincuencia atraviesa las fronteras, lo mismo ha de hacer la acción de la ley. Alertaba él sobre el peligro que corría la sociedad civil frente a la sociedad que denominó “incivil”, que saca ventaja de las fronteras abiertas, de los mercados libres y de los avances tecnológicos.

Este régimen, acostumbrado a mentir, hizo a un lado estas y otras disposiciones, manipulando al concierto de naciones con falsas posturas. Pese a que en Venezuela tuvo lugar con mucha anticipación la Convención Interamericana contra la Corrupción, aprobada en marzo de 1996, mediante la cual se reconoce la trascendencia supranacional del problema y la necesidad de promover y facilitar la cooperación entre los Estados para combatirla, esto fue y es letra muerta con este régimen que ha exportado y exporta la corrupción en proporciones inimaginables.

Una muestra de esa falsedad fueron las palabras del ex viceministro del MRE, general chavista Arévalo Méndez, pronunciadas durante la aprobación de la Convención contra la Corrupción. Dijo: “La corrupción es un problema que pervierte progresivamente la legitimidad y eficiencia de los sistemas políticos, debilita las bases democráticas y afecta severamente las posibilidades de que los países en desarrollo logren encaminarse hacia el desarrollo económico y social sustentable”. Igual manifestó que es inmoral la extracción de capitales mediante actos delictivos, pero también es inmoral que esos recursos reciban cobijo y sean utilizados para generar riqueza en otros países. Señaló que no podemos seguir viendo hacia los lados en cuanto al uso del secreto bancario, con el propósito de encubrir la impunidad. Pues, han pasado unos pocos años y el general, hoy embajador en Chile, cuyo discurso lo sepultó la realidad, sigue siendo chavomadurista con una moralidad que los hechos cuestionan.

Luego de la inflexión, vendrán decisiones drásticas, fundamentalmente, el castigo a los corruptos, la repatriación de esos indebidos capitales y la restauración plena de los derechos humanos. Es esperanzador ver a países como Honduras donde tiene lugar un saneamiento con apoyo de la OEA, mediante la implementación de la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras, que cuenta ya con resultados contundentes; así como Guatemala con la Comisión Internacional contra la Impunidad, implementada por la ONU que investiga los delitos cometidos contra los derechos humanos por integrantes de los cuerpos parapoliciales y paramilitares, así como la corrupción, y trabaja en su desmantelamiento.

Todo esto, por hacer, es ineludible cuando un espantoso sistema político ha degenerado, por vía de consecuencia, en un régimen comandado por una banda de facinerosos. Venezuela saldrá de ellos y volverá a ser parte importante de la vecindad americana.


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