Desde que Juan Guaidó se juramentó como presidente de la Asamblea Nacional ha sido criticado por el régimen cubano a través de Granma, órgano oficial del Partido Comunista, y le ha endilgado el clásico, pero ya ineficaz, calificativo de “títere” del gobierno de Estados Unidos. Esta frase tan simple y manida es repetida por el régimen venezolano. Se pretende descalificar al joven político por el reconocimiento y apoyo que el gobierno de Donald Trump le ha brindado a él, a la Asamblea Nacional y a los venezolanos.

Al contrario de lo que alega el régimen cubano, ser aliado de Estados Unidos debe ser visto como una fortaleza. Buen ejemplo de ello lo constituye el gobierno de Rómulo Betancourt, durante el período 1959-1964, que pudo derrotar las pretensiones de Fidel Castro de expandir el comunismo en América Latina. El dictador cubano fue implacable en sus ataques contra la democracia venezolana, pero resultó decisivo para contenerlo tanto el vigor democrático de la dirigencia política de la época como el apoyo brindado por el gobierno de John Kennedy.

El estadista adeco admitió sin complejos que su aliado natural en la lucha contra la permanente amenaza castrista era el gobierno de Estados Unidos. Esto lo tuvo claro desde los inicios de su gobierno y lo puso en práctica. Sin esta alianza no habría sido posible vencer a Fidel Castro en lo que siempre fue su obsesión: apoderarse del petróleo venezolano. Hay suficiente documentación que apuntala lo señalado, para ello vale la pena consultar el libro del profesor Gustavo Salcedo Ávila, titulado Venezuela, campo de batalla de la Guerra Fría. Los Estados Unidos y la era de Rómulo Betancourt (1958-1964). (Caracas, Fundación Bancaribe, 2017).

En la visita que hizo el presidente venezolano a la Casa Blanca el 19 de febrero de 1963, John Kennedy destacó que Betancourt era el enemigo más relevante que tenía la tiranía cubana en América Latina; ello porque Castro se había empeñado en extender su modelo marxista-leninista a Venezuela.

En los momentos que vivimos se repite el apoyo de Estados Unidos en batalla por la democracia; lo que debe admitirse sin complejos. Esto es, precisamente, lo que han estado haciendo Juan Guaidó y la Asamblea Nacional en su lucha por alcanzar nuestra libertad. Se ha logrado un sólido apoyo internacional, en el cual el gobierno de Estados Unidos ha tenido un papel estelar.

Para la recuperación de la democracia son determinantes las alianzas internacionales. Hasta ahora hay sesenta países que han reconocido a Juan Guaidó como presidente encargado, y a la Asamblea Nacional como única institución legítima. Desde luego que es necesario que se sostenga la actividad diplomática para que ese apoyo internacional siga aumentado.

En la consolidación del liderazgo de Juan Guaidó y de la Asamblea Nacional, se debe celebrar el papel desempeñado hasta ahora por los partidos políticos y organizaciones que integran al movimiento opositor. Al observar con atención el juego político, se advierte un sentido de unidad alrededor de los objetivos fijados: “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Cualquier disidencia debe manejarse con discreción para evitar obstaculizar los objetivos señalados, esenciales para lograr la libertad.

A lo anterior se añade la intensa participación ciudadana desplegada en la calle por medio de cabildos, marchas y concentraciones que han permitido recuperar la esperanza y mostrar que sí es posible un cambio democrático. Esto debe preservarse sin fisuras alrededor de la estrategia expuesta por el presidente encargado, quien ha señalado reiteradamente que el plan político –por lo complejo– requiere tiempo, paciencia y el apoyo de todos los opositores. Sería suicida resquebrajar la unidad por la intolerancia y la impaciencia.

En este momento, el respaldo del gobierno del presidente Donald Trump ha sido trascendental en la consolidación de los logros alcanzados por la oposición en esta larga lucha por recuperar la libertad. Se trata de repetir sin complejos lo que nos enseñó Rómulo Betancourt cuando derrotó a Fidel Castro en su primer intento de ponerle las manos al petróleo venezolano: Estados Unidos es el aliado natural de nuestro país. Así lo ha entendido sin vacilar Juan Guaidó.


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