Definitivamente, como lo esbocé en mi artículo anterior, la amenaza de una posible intervención militar multilateral es una realidad que debe ser evaluada por los venezolanos y especialmente por los miembros activos de la Fuerza Armada Nacional. Las causas están a la vista y sus responsables también. De llegar a ocurrir, por la incapacidad de nosotros mismos de encontrarle una solución a la tragedia venezolana, la responsabilidad histórica recaerá en Hugo Chávez y en Nicolás Maduro, los ministros de la Defensa y los altos mandos de estos aciagos dieciocho años de gobierno. Desde el inicio de esta hecatombe que Hugo Chávez bautizó como revolución bolivariana, se diseñó y aplicó una política exterior destinada a satisfacer los intereses geopolíticos de la Cuba castrista, sin importar que comprometiera gravemente los intereses vitales de Venezuela. Esa nefasta política exterior se ha sustentado fundamentalmente en convicciones ideológicas y es lo que ha conducido a la absurda alianza de la camarilla venezolana gobernante con regímenes totalitarios y violadores de los derechos humanos como Rusia, China, Irán, Cuba, Nicaragua y Bolivia y su actitud hostil hacia Estados Unidos, Canadá, Europa y los países democráticos de la América Latina.

Esta situación, ha venido generando en el mundo, y en particular en nuestro continente, una creciente preocupación ante la tendencia desestabilizadora, basada en las políticas intervencionistas que ha implementado el gobierno venezolano durante estos dieciocho años, sobre todo en los procesos electorales, aportando recursos humanos y materiales para favorecer el acceso al poder de candidatos comprometidos con la Cuba castrista y el “socialismo del siglo XXI”. Esta situación, de por sí delicada, se ha agravado en estos últimos años por la terrible crisis económica caracterizada por una aguda carencia de medicinas y alimentos, inseguridad personal, colapso de los servicios públicos, corrupción desbordada, una vertiginosa hiperinflación y pare usted de contar, que a su vez ha producido una gigantesca diáspora de venezolanos hacia todos los países del mundo, pero con mayor incidencia en los últimos meses, hacia los países fronterizos comprometiendo la seguridad regional.

Pareciera ser que, al menos por ahora, la amenaza de una intervención militar multilateral ha sido suspendida por la presión de los países latinoamericanos que aspiran a una solución de la crisis venezolana enmarcada en los principios y valores democráticos. Sin embargo, el fracaso de las conversaciones de Santo Domingo ante la intransigente decisión de Nicolás Maduro de imponer arbitrariamente unas elecciones presidenciales convocadas por la írrita asamblea nacional constituyente, violentando todo el ordenamiento jurídico y el agravamiento del caos nacional, ha colocado, de nuevo, en la palestra internacional la urgente necesidad de encontrarle una real solución a la delicada crisis humanitaria que padece nuestra sociedad. Tan complicada es la situación que el presidente Santos declaró, hace pocos días, que su principal problema es Venezuela, y el presidente Temer decidió trasladarse a la frontera para constatar la realidad de los hechos. Además, surgieron las fuertes declaraciones del secretario de Estado, Rex Tillerson, antes de su gira latinoamericana, y del encargado de negocios de Estados Unidos en Venezuela, Todd Robinson, quien expresó recientemente: “Yo diría que no podemos darnos el lujo de descalificar a ningún sector en la negociación para una Venezuela mejor. Es evidente que el sector militar tiene mucha influencia en el futuro del país y si puede ayudar, no vamos a decir no”.

Digo suspendida, porque no creo que la amenaza de una intervención militar multilateral haya sido puesta a un lado de manera definitiva. La posible salida militar planteada por el secretario de Estado Tillerson y la solución electoral auspiciada por los países democráticos de la América Latina han presentado, hasta este momento, grandes dificultades para transformarse, realmente, en alternativas de solución de la crisis venezolana. De todas maneras, el resultado de las elecciones presidenciales y la forma en que se desarrolle el proceso electoral motorizarán el surgimiento o no de la violencia. De mantenerse Nicolás Maduro en el poder, mediante una elección plagada de irregularidades y por ende con una gran abstención, traería por consecuencia inmediata, ante su débil legitimidad de origen, que las sanciones internacionales se profundicen dando pie a otras alternativas de solución: la salida militar o la intervención militar multilateral. Ojalá el chavismo entienda que su permanencia en el poder no contribuye sino a agravar la crisis nacional y que esa tozudez traerá por consecuencia que su destino político quede totalmente comprometido, llegando al extremo de desaparecer en el sentimiento popular.

En ese sentido, causa preocupación la forma ligera como el ministro de la Defensa y los mandos de la Fuerza Armada Nacional han evaluado las posibilidades de una intervención militar multilateral y la respuesta, totalmente fuera de la realidad, que significó la reciente ejecución de unos ejercicios militares. Creo que antes de tomar ninguna acción, se debió analizar, con detalle, el contenido de la declaración hecha pública por el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, en la cual resumió la situación de Venezuela: “El régimen corrupto de Maduro mantiene un continuo asalto a las instituciones democráticas, lo que proporciona un mayor espacio para que Rusia, China y Cuba expandan su influencia en la región”. Ese análisis, más otras circunstancias que han ocurrido en el tiempo, deberían conducir a los organismos de inteligencia estratégica a una sola conclusión: la amenaza de una intervención militar multilateral es un escenario de elevada probabilidad. ¿Es posible encontrar una alternativa de solución a tan compleja situación? Sí, y no es difícil. Solo basta con permitir que los venezolanos se expresen en las urnas electorales mediante un proceso transparente que cumpla cabalmente con las garantías constitucionales y legales exigidas; así como facilitar el urgente establecimiento de un canal humanitario que nos ayude a superar la tragedia alimentaria y médico-asistencial que padece nuestro pueblo.

En todo caso, el interés vital de Venezuela está en evitar que ocurra esta posible intervención militar multilateral que constituiría una gran vergüenza nacional. Para ello se requiere de una revisión a fondo de las inconvenientes políticas nacionales e internacionales establecidas por los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Internamente, sería necesario establecer un gobierno realmente democrático que respete los principios fundamentales de la Constitución de 1999 y garantice la libertad, la alternancia republicana, la independencia de los poderes públicos y el respeto de los derechos humanos. Internacionalmente, se requerirá de una profunda rectificación de la actual política exterior, alejándola de su actual tendencia ideológica, para orientarla con base en los principios fundamentales del derecho internacional público americano y ser factor para que en nuestro continente s establezca la vigencia de la libertad, la democracia, y el respeto de los derechos humanos. Así mismo, es fundamental recuperar el equilibrio entre los intereses internacionales, regionales y nacionales en juego que le permita a Venezuela y a los venezolanos desarrollarse en paz y armonía.

La condición sine qua non para lograr esa trascendente transformación nacional e internacional es la inmediata salida de Nicolás Maduro de la Presidencia de la República. Los venezolanos tienen la última palabra…

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